El pasado 1 de diciembre el Gobierno indultó a 11 agentes del Cuerpo
Nacional de la Policía y a tres miembros de la Guardia Civil que habían
sido condenados por torturas. Los Policía indultados son Julio Hierro,
María Jesús Fanegas, Anibal Machín, Juan José Fernández, Abel Alberto
Nuñez, José Luís Fraila, Luciano Garcia, Pedro Laiz, Paulino Navarro,
José María Rodriguez y Damián Vinayo, y los miembros de la Guardia Civil
indultados Isidro Martinez, Emilio Mariño y Carlos Prieto. Todos estos
miembros de los cuerpos represivos fueron condenados en firme por los
tribunales, acusados de torturar a 7 ciudadanos.

Varios de los ahora indultados se encuentran relacionados con asesinatos
cometidos en el marco de la guerra sucia. Así, Julio Hierro fue
condenado por los tribunales e indultado por el Gobierno español tras
haber sido condenado por su participación en el secuestro de Segundo
Marey, reivindicado por los GAL. Este mismo Jefe de policía fue
anteriormente condenado por torturas. Anibal Machín, otro de los
policías indultados apareció también relacionado con varios asesinatos
reivindicados por los GAL.

Consideramos que estos datos hablan por sí mismos del nivel de cobertura
que el Gobierno español otorga a la práctica de la tortura, hasta el
punto de llegar al indulto descarado. Al fin y al cabo, el indulto es la
forma de cerrar el círculo de impunidad que se asienta en una
legislación antiterrorista que crea espacios de impunidad que escapan a
todo control. En una Audiencia Nacional que, como tribunal especial y
político, da efectividad práctica a la tortura juzgando y encarcelando a
ciudadanos en base a testimonios arrancados mediante la misma. Unos
medios de comunicación que silencian los testimonios y denuncias de los
torturados. Un Gobierno y clase política, que no sólo desoye las
llamadas de Amnistía Internacional y Organismos dependientes de Naciones
Unidas como el Comité Contra la Tortura y la Comisión de Derechos
Humanos, o de organismos dependientes del Consejo Europeo, como el
Centro de Prevención de la Tortura, que año tras año reclaman la
desaparición de la Legislación Antiterrorista y la Audiencia Nacional
española, sino que llega al indulto para garantizar la impunidad para la
tortura y los torturadores, o lo que es lo mismo, para garantizar el
mantenimiento impune de la tortura como uno de los instrumentos
fundamentales en su estrategia de represión.

Ante estos datos, ¿con qué legitimidad puede hablar el Gobierno español
de defensa de la paz, la democracia y los derechos humanos como los
principios que impulsan su política?

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