La farsa gubernamental
 

                                                                        Escribe 
GUSTAVO FERNÁNDEZ

                                                                          
www.alfilodelarealidad.com.ar

         

         "No se ha ocultado ningún informe de objetos voladores no 
identificados. Como director del NICAP, el mayor Donald Keyhoe ha recibido toda 
la información que está en manos de la Fuerza Aérea".

Carta del brigadier general Joe Kelly, de la Fuerza Aérea de los Estados 
Unidos, al diputado Peter Freylinghuysen, 12 de setiembre de 1957.

"Les aseguro que la Fuerza Aérea nunca intentó entregar a esa organización los 
archivos "únicamente para usoo ficial"

Carta del brigadier general Joe Kelly, al señor Richard May, ayudante del 
director del NICAP, 15 de noviembre de 1957.

 

"Con base en conjeturas no científicas e indignas de confianza como datos, la 
fuerza aérea desarrolla descubrimientos estadísticos elaborados que parecen 
impresionantes al público no iniciado, sin experiencia en las falacias del 
método estadístico. Uno debe concluir que las declaraciones periódicas 
altamente divulgadas de la Fuerza Aérea, basadas en estadísticas falsas, sirven 
sólo para falsificar el carácter verdadero de los fenómenos de los OVNI"

                                               "Yale Scientific Magazine" 
(Universidad de Yale, Volumen XXXVII, número 7, abril de 1963)

       



      Vale comenzar con una advertencia al lector: si bien esta nota trata de 
investigaciones militares sobre OVNIs, no espere encontrar aquí sorprendentes e 
inéditas revelaciones, documentos expoliados de archivos oficiales apenas días 
atrás o alucinantes videos o fotografías de alienígenas sentados tête a tête 
con Reagan, Clinton, Yeltsin o Putin. Por el contrario, en él vuelvo a hablar 
de encuestas oficiales archicomentadas en miles de artículos sobre el tema, 
todas de hace muchísimos años atrás. Pero con la novedad de obligarme a 
plantear reflexiones profundas y críticas que, quizás (sólo quizás) a otros se 
les ha pasado por alto. No otro es el mérito de este trabajo.

         En los últimos años, tanto a través de conferencias públicas, 
programas de radio y televisión, libros, revistas e información en Internet, 
venimos asistiendo a una proliferación de denuncias sobre extraños, 
ultrasecretísimos y a veces desconfiables "programas de investigación" que 
distintos gobiernos, pero especialmente el norteamericano, han venido 
desarrollando alrededor del tema de los OVNIs. "Majestic-12", "Montauk", 
"Cometa", "Matrix" son sólo algunos de ellos, hasta puestos de moda en el argot 
popular a través de seriales televisivos y cómics.

         Ante semejante masa de información "liberada" o "filtrada", y la 
pertinaz negativa que a su credibilidad oponen los estamentos oficiales 
consultados, uno, lícitamente, tiene derecho de hacerse algunos planteos: por 
ejemplo, suponer que nuestros gobiernos y fuerzas armadas "siempre" nos 
mienten, así que no es necesario reunir más pruebas de la existencia de esos 
proyectos porque seguramente tiene entidad precisamente por ser tan 
pertinazmente negados. Pero como posibilidad no es certeza, que "pudieran" 
haberlo hecho no significa lógicamente que así haya ocurrido, con lo cual todo 
queda en el discutible -y pantanoso- terreno de las creencias personales.

         Pero por otro lado, también podemos preguntarnos porqué necesariamente 
debemos creer estas historias a pie juntillas. Tal vez sus cultores sean un 
poco "conspiranoicos", o crédulamente alimenten sólo el buen negocio de unos 
pocos que ganan sus dinerillos a costa de montar verdaderas superestructuras de 
la mentira. Porque aquí también, de los defensores de la existencia de estos 
"proyectos secretos" sólo podemos esperar argumentos y evidencias 
circunstanciales, no pruebas. Bob Lazar, Robert Dean, John Lear o Paul 
Bennewitz, para nombrar sólo unos pocos de los nombres en boga dentro de estas 
tesis de "ultrasecretos develados" son tan creíbles o poco creíbles en la justa 
proporción de nuestras expectativas previas sobre el tema.

         De ninguna manera estas reflexiones tratan de respaldar la tesis 
escéptica de que "aquí nada pasó". Simplemente, enfocar el asunto desde otra 
perspectiva. Hace unos cuantos años, allá por 1975, cuando con mis incipientes 
diecisiete años de edad estaba escribiendo el que sería mi primer libro 
(publicado en el '76 por la filial argentina de la editorial española "Dronte", 
bajo el título de "Naves Extraterrestres Tripuladas") me pregunté si no sería 
interesante, a la luz de las investigaciones militares de las que en aquél 
entonces se hablaba, analizar los resultados de las mismas para buscar sus 
puntos débiles. Hoy, veinticinco años después (nada menos) vuelvo a desempolvar 
ese trabajo, planteándome que si no podemos estar seguro de lo que ocurrió en 
el contexto de investigaciones ulteriores (reales o supuestas) que los mismos 
militares niegan haber realizado, por lo menos tenemos los resultados de 
aquellas que los mismos sí admiten públicamente haber encarado (como las que 
recibieron los nombres clave de "Sign", "Grudge", "BlueBook"). Y que si podemos 
demostrar en el análisis de las mismas que hubo manipulación de la información 
con fines aviesos, entonces, si bien ello no probaría específicamente las 
afirmaciones de "desinformación" de los hipotéticos proyectos subsiguientes, sí 
abonarían con firmeza la presunción de mala fe de los militares.

         Creo que es interesante comenzar por los Estados Unidos, más 
precisamente con la Fuerza Aérea de ese país. Por dos razones: (a) porque 
cronológicamente preceden cualquier otra investigación oficial realizada en el 
mundo, y (b) porque de las investigaciones encaradas, al menos en una de ellas 
dio a conocer periódicamente el resultado de sus investigaciones.

         Fue cuando en 1947, Kenneth Arnold avistó nueve platillos sobre el 
Monte Rainier (lo que dio comienzo a la "época contemporánea" de los OVNIs) el 
ATIC (Aerial Technical Intelligence Center, Servicio de Inteligencia Técnica 
Aérea) con asiento en la base aérea de Wrigth Patterson, Ohio, creo el Proyect 
Sign ("Proyecto Signo"), con el fin de estudiar las principales observaciones 
realizadas en el territorio de los EE UU. Esta comisión, integrada por 
militares y algunos científicos elevó, en 1948, un informe al Pentágono del que 
se sabe que en dicho informe se admitía la realidad física de los OVNIs y, más 
aún, se admitía como "muy probable" la posibilidad de que dichos objetos fuesen 
aparatos extraterrestres. Por lo visto, esto no le gustó al Pentágono, que 
cursó la orden al ATIC de disolver el Project Sign, y crear el Project Grudge 
(esto no puede ser casual: "grudge" significa "rencor" en inglés) cuya única 
misión (y esto surge invariablemente del análisis exhaustivo de sus comunicados 
e investigaciones supuestamente realizadas) era la de desvirtuar todo lo 
afirmado por el "proyecto Signo". La USAF era consciente de que a pesar de sus 
esfuerzos, parte de esa información había trascendido al público. Por lo tanto, 
el proyecto Rencor, encabezado por Donald H. Menzel, conocido astrofísico y 
desvirtuador del fenómeno OVNI se encargó de eliminar la información existente. 
En esta comisión intervenía, entre otros, el astrónomo Joseph Allen Hynek, 
quien (y es importante destacarlo) se retiró cuando advirtió el matiz negativo 
que tomaban las investigaciones. Posteriormente, Hynek fue uno de los 
principales investigadores de Estados Unidos. Fue entonces cuando al mayor de 
infantería (Re) Donald Keyhoe se le encargó una investigación para la revista 
"True". En la misma, atacó públicamente a la USAF, de poseer información 
confidencial. Por ser Keyhoe una autoridad mundial en la materia, 
inmediatamente obtuvo el apoyo de cientos de investigadores y científicos del 
mundo entero, por lo que el Proyecto Rencor tuvo que emitir su primer informe. 
La orden del día, implícita pero implacable era...¡No crean!. Lo único que 
importaba era recoger los informes y reducirlos a cualquier tipo de ilusión, 
callar los hechos que no podían explicarse y preparar una conferencia de prensa 
que convenciera a todo el mundo de la inexistencia de los platillos y lo 
absurdo de su idea. Sin embargo, y a pesar de todos los esfuerzos, los informes 
seguían afluyendo. Daba lo mismo; la Comisión no comprobaba nada, se limitaba a 
recoger los informes y los metía en cajones. El informe Grudge llegó con toda 
facilidad a las conclusiones que las altas esferas esperaban. Este informe 
admitía siempre un 23% de casos no identificados, pero la sección 
correspondiente a la parte psicológica se encargaba de eliminarlos.

         Los partidarios de la política del avestruz estaban tan convencidos de 
la eficacia de su sistema que pensaron enterrar los OVNIs enterrando los 
informes y publicando, el 27 de diciembre de 1951, un comunicado oficial que 
certificaba la inexistencia de los platillos volantes y anunciaba la disolución 
del Project Grudge, totalmente inútil ya.

         Tres días más tarde, y bajo el título de apéndice, aparecía un nuevo 
comunicado que desmentía totalmente al primero: "Será siempre imposible afirmar 
en forma absoluta que el objeto divisado no era un aparato interplanetario, un 
proyectil enemigo o cualquier otro objeto".

         Evidentemente, los que escribían el artículo se inclinaban 
favorablemente hacia la hipótesis extraterrestre. Aunque se anunciara que la 
comisión estaba disuelta e inoperante, no por ello dejó de existir. Se limitaba 
a ordenar los archivos y a amontonar en cajones los informes que seguían 
llegando.

         Pero los hechos seguían presionando. Se podía decretar que era 
ridículo creer en los platillos, desistir a los pilotos de entregar informes en 
ese sentido, pero no se les podía prohibir vigilar el cielo, ver aparatos 
desconocidos y rendir informes sobre ellos. En efecto, ese es el primer deber 
de la aviación.

         En esta época de semi-adormecimiento, el capitán Ruppelt fue nombrado 
Oficial de informaciones en el ATIC. Comprueba que las altas esferas son muy 
hostiles a los platillos, pero en el ATIC las opiniones siguen divididas. 
Después de algunos incidentes, la Comisión despliega algo más de actividad y se 
nombra al teniente Cunnings encargado de ella.

         Debido a una importante observación ocurrida el 1 de diciembre de 
1952, en una base aérea donde se encontraban importantes personalidades, el 
general Cabell, director del Servicio de Informaciones, tuvo que convocar a una 
conferencia de prensa. Interrogado en el punto en que se encontraban las 
investigaciones de la comisión, Cunnings "quemó sus naves" y reveló la forma en 
que se enterraban los informes.

         Hubo diferentes reacciones.

         El general, inmediatamente, dio orden de reanudar el trabajo, y 
Ruppelt reemplazó a Cunnings. En realidad, los sentimientos de Ruppelt eran 
contradictorios. Sospechaba que querían utilizarlo para una nueva campaña de 
camuflaje, pero la voluntad de renovación parecía sincera. Con verdadera pasión 
por su trabajo, Ruppelt estudió los nuevos informes y revisó los antiguos. Así 
nació el Project Blue Book. (Proyecto Libro Azul)

         Había conseguido la ayuda de sabios eminentes. Además, una (para 
entonces) avanzada computadora a tarjetas perforadas le permitió formar un 
fichero ideal de informes que podía consultarse con la velocidad del rayo.

         La labor del Proyecto Blue Book consistió fundamentalmente en la 
compilación de testimonios escritos, fotográficos y cinematográficos referidos 
a objetos no identificados, y en su explicación subsiguiente. Este último 
proceso comprendía: análisis y apreciación de los informes e inclusión de los 
objetos que se describen en cada informe dentro de categorías de identificación 
bien definidas.
         La tarea de evaluación era realizada por un equipo privado de técnicos 
y científicos, encabezados por Edward Condon y Robert Low, supervisados por la 
fuerza aérea. En cuanto a las categorías de identificación, el Libro Azul 
reconocía las siguientes:  Balones - Fenómenos atmosféricos - Aviones - 
Mistificaciones - Alucinaciones - Otros (pájaros, papeles) - Bólidos - Aparatos 
experimentales - Datos Insuficientes - No identificados o desconocidos.

          Según dejáramos expresado, la USAF ha hecho conocer regularmente 
mediante sucesivos comunicados de prensa, el resultado de sus investigaciones. 
En 1966, la farsa alcanza su punto álgido con la evaluación emitida por Condon, 
hecha en base de un presupuesto del orden de los quinientos mil dólares. Este 
informe se refería a los 354 casos norteamericanos de ese año. Para regocijo de 
quienes admitían la realidad del fenómeno OVNI, así se presentaban los 
resultados: Balones: 35 - Datos insuficientes: 123 - Aviones: 22 - No 
identificados: 3 - Mistificaciones: 55 - Alucinaciones: 18 - Otros: 50 - 
Bólidos: 15 - Aparatos experimentales 33.

         De esta tabla increíble publicada a los pocos días de que el equipo de 
Condon dictaminara que los OVNIs no existen y que no vale la pena seguir su 
investigación, se desprende que de la humilde cifra de 354 casos (en la 
Argentina ese año hubo más de mil) los únicamente explicables fueron 228 casos 
contra 126 que por distintas causas no tuvieron una explicación coherente ni 
convincente. Después de todo, la categoría de "Otros" es más que discutible, 
porque si la identificación debe ser válida lo es en primer lugar por contar 
con una categoría con cualidades propias. Sin embargo, el comunicado se ufana 
luego de que el porcentaje de no identificados (se refiere lógicamente a tres) 
era el más bajo de los últimos veinte años, y agrega finalmente que hasta 
principios de 1966, en los Estados Unidos se habían registrado 12.097 casos de 
OVNIs, 697 de los cuales resistieron los distintos análisis y fueron 
catalogados como "desconocidos". En cuanto a los tres de 1966, reproduciendo 
textualmente el comunicado: "... hay que explicarlos a toda costa, porque 
nosotros no creemos en platillos volantes...". Los comentarios sobran.

         Las principales críticas que pueden hacerse al proyecto Blue Book son:

1-      Afirmaciones como las reiteradas por la USAF sólo son válidas y 
justificadas si todas las observaciones estudiadas han obtenido una 
satisfactoria explicación, o bien si la fracción no identificada subsistente 
ofrece rasgos tales que en ningún momento permitan suponer siquiera que se 
trata de artefactos inteligentemente guiados. Vale decir, que deben encarararse 
por igual aspectos cuantitativos y cualitativos. Veamos los primeros:

a.     Entre junio de 1947 y diciembre de 1963, fueron evaluados 12.097 casos, 
de los cuales el 8,1 % se caracterizaron como inexplicados. Dado que el número 
de casos sometidos a estudio no significa la totalidad de los ocurridos, y que 
su porcentaje, según la estimación de Ruppelt es de sólo un 10 %, podemos 
inferir con fundamento que la cantidad de apariciones inexplicables en Estados 
Unidos alcanza a varios millares. ¿Cuál será el número de visiones no 
identificadas en todo el mundo?. Cabe pensar que muy elevado, sin duda.

b.    Consideremos ahora el aspecto cualitativo del problema; como se sabe, un 
caso se tiene por inexplicado o no identificado, cuando a pesar de existir 
todas aquellas informaciones juzgadas esenciales para llegar a una conclusión 
válida, las características del objeto son tales que no permiten asimilarse a 
ningún objeto o fenómeno conocido. Vemos, pues, con claridad, que inexplicado 
no es aquí rótulo de nuestra deficiencia informativa, sino categoría no 
susceptible de reducción ulterior. Por consiguiente, la proclamada creencia de 
la USAF de que aún tales casos podrían recibir solución de poseer datos más 
inmediatos, no es sino mera expresión de deseos y resulta además flagrantemente 
contradictoria ya que si la aparición se la clasifica de desconocida es porque, 
en efecto, se tienen todos los datos necesarios para su esclarecimiento, de 
otro modo, si hubiera déficit para la información, se la habría incluido en la 
categoría de "datos insuficientes".

 

2-      El segundo reparo que podría formularse a las investigaciones del ATIC, 
no concierne ya a la interpretación de los resultados, sino a los 
procedimientos de evaluación de los mismos.

En efecto, éstos acusan importantes limitaciones y fallas que, cuando enfocamos 
exclusivamente nuestro análisis crítico sobre las conclusiones estadísticas, 
corren riesgo de pasar inadvertidas.

Para empezar, notemos que la mayoría de los casos que figuran resueltos por el 
ATIC no han logrado una identificación neta y concluyente, y sólo han 
conjeturado una probable explicación, suponiendo que ciertos fenómenos y 
objetos familiares podrían, en determinadas circunstancias, mostrar las 
características atribuídas por los ocasionales testigos de OVNIs. Pero no ha 
probado, más allá de toda duda, que efectivamente tal cosa haya sucedido.

No existe aquí pues, explicación cierta sino mera presunción. Vale decir que, 
aún para aquellas observaciones que se tienen por aclaradas, subsiste un amplio 
margen de incertidumbre. Ella se expresa en la adopción de tres grados de 
probabilidad para cada categoría general de identificación: posible, probable y 
reconocido. Así, por ejemplo, el capitán Ruppelt destaca en su libro que 
durante el período 1947-1952 se identificaron como globos sonda un 18,51 % de 
las observaciones, pero sólo el 1,57 % correspondió a globos sonda reconocidos, 
mientras que los probables y los posibles significaban el 4,99 % y el 11,95 %, 
respectivamente.

         Por otra parte, como la USAF no proporciona en detalle el análisis de 
casos particulares, es imposible juzgar en detalle si el análisis es correcto 
y, en consecuencia, si los datos estadísticos publicados resultan siempre 
dignos de crédito.

         No obstante, cuando los sucesos tuvieron extrema resonancia y llegaron 
a conmover a la opinión pública, el ATIC se vio forzado a hacer públicas sus 
declaraciones. Es lo que ocurrió en los casos del piloto Mantell o del 
aeropuerto nacional de Washington, entre varios otros.

         Ahora bien, estas explicaciones rara vez han sido convincentes como 
para eliminar, de modo definitivo, toda duda ajena. Por el contrario, algunas 
soluciones no parecen sólo rebuscadas sino también, en ocasiones, francamente 
inverosímiles. Un ejemplo de lo dicho puede observarse en este ejemplo que nos 
relata el mayor Keyhoe:

         Dos cuerpos de forma discoidal que evolucionaban con pronunciados 
giros sobre la base aérea de Muroc, California, fueron advertidos por un grupo 
de oficiales de la Fuerza Aérea. Se estimó su velocidad entre 480 y 640 km/h, y 
su altura de vuelo entre los 2.000 y los 2.400 metros.

         El subsiguiente análisis del ATIC identificó los objetos como balones 
de investigación metereológica. En este caso la explicación es notoriamente 
inconsistente porque los globos no se mueven en giros cerrados, y porque para 
la velocidad calculada se hubiera requerido un viento de 480 a 640 km/h, lo 
cual no sólo hubiera constado en el informe, sino que particularmente la base 
de Muroc y sus alrededores habrían desaparecido del mapa.

 

3-      Finalmente, es manifiesto el empeño de la USAF por restar toda 
verosimilitud a la hipótesis que postula el origen espacial de los OVNIs. No 
otro propósito tenían sus enfáticas declaraciones, periódicamente ratificadas. 
Y a pesar de que públicamente la USAF declaró no proseguir las investigaciones, 
se sabe que por mediación de la Asociación americana para el Avance de la 
ciencia, los trabajos continúan.

Por esta causa parece más notoria la contradicción que significa mantener una 
investigación constante durante 21 años, con el consiguiente malgasto de 
tiempo, dinero (un presupuesto de doscientos millones de dólares por todo 
concepto en ese lapso) y personal militar, técnico y científico, cuando el 
problema, según propias palabras, no existe ni ha existido jamás.

 

Aporta una reflexión interesante recordar lo ocurrido en enero de 1967, cuando 
una comisión de sabios se reunió durante dos días, presidida por H.P. 
Robertson, físico teórico del Instituto de Tecnología de Massachussets, para 
examinar una selección de informes facilitados por el Libro Azul. El número de 
estos informes fue reducidísimo (no pasó de una docena) pero sirvió para que 
los científicos dictaminaran:

a)   que no había pruebas de ninguna acción hostil en el fenómeno OVNI.

b) que no existían pruebas de la presencia de aparatos de una potencia 
extranjera en ningfuno de los informes que les fueron sometidos.

c) recomendaban un programa educativo para informar al público de la naturaleza 
de los distintos fenómenos vistos en los cielos (meteoros, estelas de vapor, 
halos, globos, etc.) con el objetivo de eliminar el "aura de misterio" que "por 
desgracia" los OVNIs habían adquirido.

      

   Pero a estos tres puntos que no poseían (en orden al material en que se basó 
el estudio de la comisión) ni siquiera una pizca de lógica, se agregó un 
cuarto, hecho por recomendación de la CIA a través de sus representantes en las 
reuniones (¿qué diablos tenían que hacer tres hombres de la CIA en las 
mismas?). Estos caballeros propusieron que, como cuarto punto se iniciara un 
sistemático descrédito de los platillos volantes. Estos tres representantes 
eran el doctor H. Marshall Chadwell, Ralph L. Clark y Phillip G. Strong.

         El objetivo de este descrédito, según figura en el "informe 
Robertson", consultado y difundido por el desaparecido físico y ufólogo James 
Mc Donald, consustía en reducir el interés público por los platillos. ¿Por qué?

         Me he detenido en este episodio porque creo que el mismo invalida 
cierta corriente "racionalista" que en los últimos tiempos parece haber 
afectado a algunos colegas investigadores, en el sentido de suponer que el 
fenómeno OVNI (o buena parte del mismo) estuco en realidad alentado y exagerado 
por los servicios de inteligencia norteamericanos o las fuerzas armadas de ese 
país, tanto con el propósito de crear una psicosis de temor cósmico en los 
contribuyentes que alentara mayores gastos presupuestarios en armamento, como 
una "tapadera" de experimentos de todo tipo, que permitiera derivar a supuestos 
alienígenas -y al descrédito que en la opinión pública de entonces eso 
conllevaba- toda indagación periodística que, caso contrario, pusiera a la luz 
tales investigaciones o desarrollos secretos. Porque si así hubiera sido, 
entonces a la CIA le hubiera convenido estimular el interés público por los 
OVNIs, no recomendar lo contrario.

         Es interesante destacar que en esta misma época, la USAF decreta la 
regla AR-200/2, que multaba por diez mil dólares y de tres a diez años de 
prisión a todo oficial de alta graduación que diera a conocer públicamente 
información sobre casos "no identificados" por la Air Force, a menos que se 
comunicaran casos satisfactoriamente explicados. La pena a imponer a quien 
violara esta norma no se conocía públicamente hasta que un piloto militar, de 
quien por razones obvias no se suministró el nombre, la dio a conocer a un 
periodista del Star Leiger, de Nueva York.

         La situación no se perfilaba mejor en la entonces Unión de Repúblicas 
Socialistas soviéticas. En 1949, el diario Estrella Roja difundió un comunicado 
en el que se decía que los OVNIs eran alucinaciones derivadas de una psicosis 
de postguerra. En 1952, el astrónomo Zigel manifestó que los camaradas que 
decían haber visto OVNIs eran idiotas o unos mentirosos incorregibles.

         En 1957, el primero de mayo, las marchas conmemorativas del día de los 
trabajadores fueron interrumpidas para propalar un comunicado en el que se 
aseguraba que los OVNIs eran una propaganda capitalista con el fin de lograr 
que el pueblo pague cada vez más altos presupuestos militares. Sin embargo, 
luego del incidente del 21 de junio de 1961 sobre la base aérea de Ryllnek, la 
política rusa varió de tono.

         Se crea en Moscú el Instituto Nacional para el Estudio de los "Bludza" 
(expresión popular en ruso para OVNIs, mientras que "leutaýeski tárelki" 
equivale a nuestra "platillos volantes") que contaba en su plana a conocidos 
científicos y muilitares, como los profesores Zigel, Kansantsev, etc. En el 
momento de mayor auge investigativo, el general Profiry Stolariov, jefe del 
instituto, pronunció estas trascendentes palabras: "Podemos decir con seguridad 
que el "fenómeno OVNI" ha asumido un carácter global y, por lo tanto, requiere 
investigación gliobal".

         Sin embargo, a partir de 1969 y en extraña concomitancia con la 
política estadounidense, ambas superpotencias desestimaron al fenómeno. En 
Estados Unidos, el informe Condon intentó infructuosamente ponerle fin. En la 
URSS, un miembro de la Academia de ciencias de Moscú, el físico Lev 
Artisimovich, al margen de instituto de Stolariov, afirmó que los OVNIs no eran 
de ninguna manera elementos extraterrestres. Y como bien escribió un periodista 
por ese entonces: "... el fenómeno OVNI volvió a fojas cero. Hace 24 años, un 
alto jefe de la USAF afirmó que los OVNIs morirían de muerte natural. Como esto 
no ha ocurrido, los escépticos y los inquisidores de los gobiernos han tratado 
de asesinarlos. Pero el OVNI, al igual que el Ave Fénix, resurge siempre de sus 
cenizas...".

         La política del avestruz no es la más conveniente. Si así fuera, 
seguiríamos condenados a ver y padecer la acción de objetos voladores no 
identificados controlados inteligentemente. El espacio aéreo será violado una y 
mil veces, los radares aéreos seguirán captando extraños blips y los 
automóviles se detendrán en los caminos por causas desconocidas. En los campos 
aparecerán nuevos anillos de pasto quemado, las torres de control de los 
aeropuertos tratarán de contactar con aviones misteriosos, los pilotos 
comerciales efectuarán insólitas maniobras para eludir la presunta imagen del 
planeta Venus, y algunos "científicos" intentarán demostrar desde el pizarrón o 
la charla televisiva que los OVNIs "no pueden existir". Es posible, también, 
que a principios o mediados del año próximo nuevas oleadas de OVNIs nos 
sobrevuelen, y las evidencias aumenten siguiendo, tal vez, algún plan 
predeterminado para tornarse familiares con una frecuencia hábilmente 
dosificada. Entonces, como en 1962, '65, '68, '73,  las fuerzas armadas no 
prestarán apoyo a los grupos privados y, ante el estupor general, algún 
radioastrónomo dirá que los OVNIs son psicosis colectiva, y algún periodista 
recalcitrante afirmará que los pastos quemados se deben a que a la gente le 
gusta entrentenerse en los picnics haciendo asados...

 

         "Durante el año próximo habrá observaciones certificadas de 
aproximadamente 200 objetos volasdores no identificados, de las cuales el 
Pentágono podrá refutar 210"

                                                        Revista LIFE, 6 de 
enero de 1968, pág. 16




[As partes desta mensagem que não continham texto foram removidas]



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