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Per Madrid ja s'encollonen i s'enriuen de Pedro J. Ramírez a la cara

 


Pedro J. Ramírez ha comès l'error de la seva vida quan ha confòs 
l'hospitalitat de Mallorca amb servilisme i submissió. Ara, quan se'n 
torni a Madrid, la polèmica de la "maldita" piscina l'acompanyarà per 
sempre més. A Madrid, els milers i milers d'enemics que té aquest 
professional de l'amenaça i l'extorsió - Garzón dixit - l'esperen amb 
els braços oberts i les ganivetes ben esmolades. Ai, Pedro Jota, 
Pedro Jota! Ha d'ésser molt dur partir de vacacions cap a Mallorca fa 
un mes amb la fama d'ésser el "periodista más influyente de 
España", i tornar a Madrid al cap d'un mes convertit en la riota  que 
d'aguantar les conyes, burles i sarcasmes de totdéu. Idò, què se 
pensava aquest bossot!

Reproduït de www.elconfidencial.com

La piscina de Pedro [EMAIL PROTECTED] Carlos Escudier


Sábado, 27 de agosto de 2005


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De entre los cursos fluviales y remansos de mayor renombre, 
ninguno tan célebre como la piscina que el director de El Mundo, 
Pedro J. Ramírez, posee en Mallorca, y que cada año defiende de 
las acometidas de las hordas independentistas de la isla y de los 
alrededores. La notoriedad que ha alcanzado este cubo de agua 
hace palidecer de envidia a las fuentes del Nilo, a las cataratas del 
Niágara y al mismísimo Danubio azul. Cual mítico cancerbero, 
Ramírez se ha propuesto que esa laguna Estigia que posee, 
horadada en suelo público, no sea profanada por vulgares mortales, 
y a ello dedica todas sus fuerzas estivales. Nadie de quienes le 
conocen y han visto de cerca la palidez transilvana de su piel dirían 
que el pasatiempo preferido del periodista sean los baños de agua 
dulce y el bronceado en hamaca. Por eso su resistencia tiene más 
valor. Ramírez no lucha por una piscina, sino por una idea. ¡Cuánto 
coraje reunido!



Les supongo informados de la polémica hídrica de este verano y de 
otros precedentes. Un grupo de personas, entre los que se 
encontraba el diputado de ERC Joan Puig trató de acceder por las 
bravas el pasado día 12 de agosto al estanque en cuestión, con el 
argumento de que les asistía el derecho de paso a un dominio 
público. Ramírez se ha querellado contra el parlamentario, contra 
los asaltantes y contra los guardias civiles que no impidieron la 
consumación del ‘delito’.



Habrá quien se pregunte por qué tanto revuelo por un incidente 
menor que atañe a un particular, por qué ese particular utiliza los 
medios legales del periódico que dirige y no los propios para actuar 
contra los ‘allanadores’ o por qué ese mismo periódico lleva a sus 
páginas de Nacional un día sí y otro también la noticia con gran 
despliegue tipográfico. Lo ha explicado el propio Ramírez con la 
clarividencia acostumbrada: a los ‘alborotadores’ no les importa su 
piscina sino coaccionar a El Mundo porque el diario “defiende la 
unidad de España”.



He aquí el nudo gordiano de la historia. No se trata del asalto a un 
charco. Lo que está en juego es la patria, la unidad, el himno y 
hasta la bandera. Se empieza por una piscina y se acaba en la 
independencia. ¿Acaso un periodista que pretende pasar a la 
historia como el Pulitzer hispano utilizaría su enorme poder 
mediático para resolver un problema personal? Nunca. Si lo hace es 
para salvaguardar un bien mayor, un modelo de Estado y de 
convivencia. Este hombre nunca da puntada sin hilo. El bien común 
guía sus pasos.



¿Qué ha habido ocasiones en las que se ha urgido desde el 
periódico al vicepresidente de Telefónica a solucionar de inmediato 
un problema en la conexión mallorquina de Ramírez? Es posible, sí, 
pero ¿acaso no es más importante salvaguardar su libertad de 
expresión que esperar pacientemente turno en el 1004 de averías? 
¿Para qué sirve entonces el vicepresidente de Telefónica? ¿Que se 
asfaltó de urgencia el acceso a su casa de Mallorca? Sí, pero ¿no 
tiene derecho un ciudadano ejemplar a llegar a su propiedad libre 
del barro y del polvo del camino?



Tengámoslo claro. Lo que se ha ventilado este mes en Mallorca es 
una página de la historia de España. Algún día las enciclopedias 
tendrán que recoger el episodio y afirmar sin ambages que un solo 
hombre defendiendo su piscina evitó que las Baleares formaran 
parte de los Países Catalanes. Estamos ante un símbolo eterno de 
agua clorada, ante un monumento a la unidad del Estado. En esa 
piscina cabe la Constitución de 1978, con sus disposiciones 
transitorias y todo.



Si se tiene claro el principio, no cuesta entender el resto. Se explica 
perfectamente el empeño del periodista en hacer partícipe al 
Gobierno en pleno de su particular cuestión hidrológica y las 
invitaciones constantes –aceptadas en numerosas ocasiones- a los 
miembros de este Gabinete y del anterior a su feudo mallorquín, 
para que contemplaran in situ el rectángulo de la discordia y 
probaran, si así lo deseaban, los efectos balsámicos de sus aguas. 
Tal vez a estos efectos sea atribuible la decisión de Medio Ambiente 
de suspender durante los meses de verano el uso público del suelo 
en el que rezuma la piscina.



No caben medias tintas. La invasión de la piscina del periodista no 
debe dejar a nadie indiferente. El futuro del país puede naufragar 
en unos pocos metros cúbicos y es preciso que, entre todos, lo 
impidamos, incluso al precio de privatizarle la alberca. Sea como 
fuere, la valentía de Ramírez resistiendo con sus guardaespaldas 
armados la acometida de Puig y del populacho es digna de 
reconocimiento. Nos hallamos ante un patriota. ¡Viva España!



 

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