La anterior noticia sobre Auki Tituaña puede
considerarse como puramente anecdotica pero sí
les recomiendo que lean la cronica de
"El Nuevo Herald" de Miami, que hoy recupera
"La Hora" de Quito (17 Marzo, 2001).

El articulo es opinable pero, en cualquier caso,
ilustra a vista de pajaro la cuestion
india en el Ecuador.

http://www.lahora.com.ec/paginas/quito2.htm

Adjunto dicho articulo más abajo.

Espero que sirva al menos como motivo de
reflexion personal.

Aymar jaqi, kunas thakimaxa?
Aymara, ¿cual es tu senda?

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Luego de 500 años

LOS INDIGENAS EXIGEN SU ESPACIO EN EL ESTADO

GONZALO GUILLEN

Como lo hacen las placas tectónicas de la Tierra, últimamente Ecuador
tiembla y algunas cosas se desploman cuando, de tiempo en tiempo, se agitan
los indígenas.

En 1990, por primera vez, los pueblos indios ecuatorianos probaron hacerse
superiores a la segregación, a la pobreza, al abandono, al miedo y a la
adversidad que los habían cubierto durante 498 años, contados por ellos
mismos a partir del descubrimiento de América (1492), y se levantaron
masivamente en solicitud de tierras, de agua para cultivarlas y de igualdad
social.

Desde entonces, se han sublevado una o dos veces por año, han derrocado a
dos presidentes de la república, retorcido el cuello de las políticas
macroeconómicas del país tranzadas con el Fondo Monetario Internacional y
elevado sus aspiraciones: ahora quieren el poder.

Con el tiempo, una parte de la población nativa quedó aislada en la Amazonia
y otra fue sometida a la servidumbre en las haciendas de los Andes, donde
aún hoy en algunos casos hacen labores que en otros países de América del
Sur les fueron impuestas a los esclavos negros.

A pesar de haberlos tenido allí durante toda la existencia del país, las
élites dominantes, cuya sangre y apariencia suelen tener genealogía
indígena, no se han ocupado de entender cabalmente a quienes definen como
"minorías étnicas", no obstante ser éstas cerca de la mitad del país.
El presidente Sixto Durán Ballén (1994-1996), un anciano "blanco" de los
Andes, intentó detener el avance del poder indio con la creación de una
Subsecretaría de Estado de Asuntos Indígenas.

Para dirigir la dependencia gubernamental creyó conveniente prodigársela a
un indígena, trajo desde Costa Rica a Felipe Duchicela, un "yupi" que
acreditaba su categoría, hasta entonces inservible, de "último descendiente
de Atahualpa" y por ello mismo personificaba la XXIII dinastía de los
Duchicela, arcaica cultura indígena ecuatoriana que batalló por igual contra
los conquistadores españoles y los incas de Perú.

Pero aquel descendiente de Atahualpa no representaba mayor cosa para los
indígenas del fin del siglo XX, sumidos en la condición de miseria absoluta
conforme a la clasificación de la pobreza en el mundo actual.

Abdalá Bucaram subió a la categoría de ministerio la Oficina de Asuntos
Indígenas y la puso en manos de un nativo amazónico de su confianza, en un
intento por tratar de dividir y manejar la poderosa CONAIE y
luego envió a su ministro a repartir dinero entre los asistentes a un
congreso nacional de indios en la ciudad de Loja, con el ánimo de obtener el
apoyo de las "minorías étnicas".
Seis meses más tarde una masa humana de las 21 nacionalidades indígenas del
país marchó sobre Quito desde todas las esquinas de Ecuador para
manifestarse contra la corrupción del gobierno y la política fiscal de
Bucaram.

En enero del 2000 superaron la proeza. Se instalaron en Quito y bloquearon
el país hasta que consiguieron respaldo de una facción militar para deponer
a Yamil Mahuad, serrano de origen árabe, a un año de haber sido elegido. La
presidencia cayó en las manos del vicepresidente, Gustavo Noboa, de la más
alta y antigua sociedad guayaquileña.

"Cuando los indios entraron a Quito, la gente los insultaba pero salieron
como héroes en medio de los aplausos'', recuerda Gonzalo Orellana,
estudiante de economía.

En enero de este año regresaron con el ánimo de retorcerle el pescuezo a la
política macroeconómica que Noboa convino con el Fondo Monetario
Internacional y advirtieron que no deseaban derrocar a quien ellos mismos
habían colocado en la presidencia un año atrás.
Noboa no creyó, se agazapó en la casa de gobierno, declaró al país en estado
de emergencia, arrestó a Antonio Vargas, presidente de la CONAIE, instruyó a
los militares para usar la fuerza en defensa del orden y de la democracia, y
autorizó un alza en las tarifas del transporte público para impedir que los
choferes se aliaran con los indígenas.

Los indios actuaron sin el respaldo de nadie e incomunicaron el país hasta
que Noboa se vio obligado a capitular en un acta de 23 puntos que lo hizo
bajar los precios oficiales del gas doméstico y congelar durante un año un
programa de alzas graduales en los de la gasolina.
Fue la victoria del lema del último levantamiento, "Nada sólo para los
indios", y volvieron a salir de Quito en medio de los aplausos y un respaldo
nacional de 79 por ciento en las encuestas.




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