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EEUU Y EL GOBIERN0 QUIEREN LA GUERRA EN
COLOMBIA
Willy Noceti (de la redacción de "Resumen
Latinoamericano")
La situación que se abriría en Colombia en caso de
profundización de la
guerra y las repercusiones sobre el actual sistema
político son
impredecibles.
El presidente Pastrana anunció la ruptura del proceso de
paz que mantenía
con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
(FARC), a las que dio un
plazo de 48 horas para desalojar la zona desmilitarizada
de 42.000
kilómetros cuadrados, lugar donde se desarrollaban las
conversaciones.
Las negociaciones estaban empantanadas desde el 20 de
octubre, fecha en que
las FARC rechazaron las modificaciones unilaterales
impuestas por el
Gobierno en la zona del despeje, que básicamente
consistían en un cerco
militar para aislar la zona del exterior y la
intensificación de las tareas
de inteligencia mediante vigilancia aérea con el fin de
facilitar un
eventual ataque. La insurgencia solicitó la restitución de
las garantías
originales para poder continuar con los diálogos pero su
pedido fue
sistemáticamente rechazado por un Gobierno que ya había
cedido la dirección
del proceso a sus mandos militares y a Estados Unidos, a
quien sólo le
interesa obligar a las FARC a comenzar una negociación a
la baja que culmine
con su rendición y evitar toda negociación que ponga en
riesgo el actual
sistema político y económico de Colombia.
Este ha sido uno de los objetivos básicos del Plan
Colombia, en cuya primera
etapa lo prioritario era la reorganización y potenciación
de las fuerzas
armadas colombianas bajo la dirección y asistencia del
Pentágono para poder
dar el siguiente paso, que consiste en la profundización
de la guerra con el
fin de arrebatarles a las FARC la iniciativa militar. Pero
no solamente el
Ejército colombiano se ha reforzado en estos últimos tres
años. Las FARC,
aparte de haber aumentado considerablemente la cantidad de
efectivos, de
haber derrotado la estrategia paramilitar en zonas rurales
y de estar
realizando el tránsito a la guerra de movimientos, tienen
la capacidad de
poner el país patas arriba mediante voladuras de
oleoductos, torres
eléctricas, gaseoductos, retenes en carreteras, tomas de
pueblos y acciones
contra políticos sin que las fuerzas armadas puedan
impedirlo. En sus
últimos comunicados, ya advertían que de fracasar los
diálogos de paz, se
verían abocados a emplear las diversas formas de
lucha.
La situación que se abriría en Colombia en caso de
profundización de la
guerra y las repercusiones sobre el actual sistema
político son
impredecibles. Hay que tomar en cuenta que se abre el
período para las
elecciones presidenciales, que la campaña electoral se
puede desarrollar en
medio de enfrentamientos sin precedentes y que el próximo
presidente sea una
mera fachada de un Gobierno militar en la sombra. También
hay que tomar en
cuenta cómo afectaría la nueva situación a los países
limítrofes, sobre todo
a Venezuela, donde EEUU busca los mismos fines que en
Colombia pero por
distintos medios. En el caso de Colombia, la historia está
demostrando que
la insurgencia y demás organizaciones populares son las
únicas capaces de
conseguir, mediante la utilización de todas las formas de
lucha, las
transformaciones radicales requeridas para darle la vuelta
a la situación de
injusticia y explotación a la que está sometido este país.
La implicación
creciente de EEUU para impedirlo es una muestra de
ello.