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Jueves, 1 de abril de 2004
 
CULTURA
EDICIÓN IMPRESA - Libros
 
Pedro Corral rescata del olvido uno de los más trágicos episodios de la guerra civil
 
 

MADRID. Más de quince años llevaba Pedro Corral olfateando en los viejos escenarios de la guerra civil como buscador de herrumbrosos tesoros bélicos: balas, cascos, correajes, obuses y granadas entre trincheras y búnkeres abandonados en el valle del Jarama, las ruinas de Belchite, el Hayedo de Montejo o los riscos de la Sierra de Guadarrama, hasta que por fin ha encontrado una historia que no era sólo de vencedores o sólo de vencidos, sino de hombres doblemente abatidos por los vencedores y los vencidos. «Se trata de un episodio oculto de nuestra guerra civil que tiene como protagonista a la 84 Brigada Mixta del Ejército Popular de la República, integrada por combatientes que se habían alistado en las milicias nada más estallar la guerra. Esa brigada tuvo su hora culminante en la toma de Teruel. A ella rindió la plaza el coronel Rey D´Harcourt, que la había defendido honrosamente y a quien luego los nacionalistas abrirían proceso por haberla entregado. El general Rojo, jefe del Estado Mayor, celebró no sólo el arrojo de aquellos soldados, sino también el trato humanitario y ejemplar que dieron a los sitiados en la derrota... Pues bien, después de haber logrado la única victoria militar de la República, tan sólo unos días después de aquella gesta coronada en uno de los inviernos más crueles que se recuerdan, resulta que 3 de sus sargentos, 12 de sus cabos, 30 soldados y un tambor fueron ejecutados sumariamente. Yo tuve noticia de esos fusilamientos -perpetrados cerca de Rubielos, seguramente en el bosque de Piedras Gordas- por una breve reseña que cayó en mis manos, y luego fui atando cabos, hasta que caí en la cuenta. Eran los héroes de Teruel que habían transitado de la gloria al paredón en 12 días. Ningún libro sobre la guerra civil daba cuenta de este episodio».

Una tragedia clásica, como Medea

A Pedro Corral le subyugó desde el primer momento esta historia porque «era, en primer lugar, un drama humano. Una tragedia clásica. Resulta que quien ordenó la matanza, el teniente coronel Andrés Nieto Carmona, que había sido un excelente alcalde socialista de Mérida, hizo representar allí por la Xirgú la «Medea» de Eurípides, función a la que asistieron Azaña y Unamuno, entre otras personalidades de la época. Como Medea, que entrega a sus hijos a la muerte, Nieto Carmona ejecuta a sus hombres cuando debía haberlos cuidado. Por ello, pongo en el frontispicio del libro una cita de esa tragedia: «La justicia no reside en los ojos de los mortales»».

Castigados por los dos bandos

«En segundo lugar -continúa el autor-, porque quienes sobrevivieron luego habrían de sufrir nuevamente castigo en la posguerra, esto es: fueron derrotados por los vencedores y por los vencidos. En tercer lugar, porque fue una historia oculta. La República silenció lo ocurrido porque el hecho podía haber provocado una desbandada en sus filas. Resulta que a aquellos soldados se les había prometido compensarles con un permiso para que pudieran volver a sus casas, pues servían en filas desde el comienzo de la guerra y el asedio de Teruel los había extenuado. Pero ese permiso fue revocado a los 3 días y 600 hombres se insubordinaron. Nieto Carmona, que días atrás estuvo amenazado de juicio por haber retirado a las fuerzas de Teruel, quizá sintió miedo por sí mismo, huyó hacia adeante y los engañó. Los guardias de asalto llevaron a 46 de ellos al bosque, cuando ellos creían que sólo iban a declarar. Algunos, muy pocos, huyeron, y testimonian en el libro. Y al parcerer, Rojo evitó una matanza mayor, pues se dice que Nieto quería fusilarlos a todos. Poco después, el mismísimo Lister se negó a cumplir una orden semejante y no le ocurió nada ni a él ni a sus hombres. En fin, el franquismo también ocultó lo sucedido, porque la derrota de Teruel era vergonzante, fue la única batalla perdida, la única capital rendida al enemigo».

Crónica y fotos de Robert Capa

«En cuarto lugar, porque la gesta de Teruel es una historia literaria que relataron y retrataron testigos de excepción como el fotógrafo Robert Capa (que no sólo dispara su cámara sino que escribe la única crónica a él debida de la guerra civil), Ernest Hemingway, Max Aub o el periodista Herbert L. Mathews. Esos relatos, siempre bajo una extraña mordaza trágica, o no adjudican el protagonismo a la 84 Brigada Mixta o se lo atribuyen a otras unidades... Y en quinto lugar, porque es una historia íntima, guardada entre las cuatro paredes que encerraron a España después de la tragedia. Una historia que recuerdan aún hoy entre sollozos quienes sobrevivieron a ella y los familiares de quienes sucumbieron. Así, entre los soldados testimonian en el libro Domingo Cebrián Castelló, Eugenio Cebrián Navarro, Avelino Codes, Blas Alquézar o Bernardo Aguilar. Lo más terrible, es que aquel trágico día, alguien oyó disparos junto al bosque de Piedras Gordas, pero también vivas a la República: «Quienes eso gritaban, eran mis compañeros. No lo podía creer»».
 

 

MEMÒRIA HISTÒRICA DE LES ILLES BALEARS

 

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