Estimada Paquita,
Por ahoara se puede ver esta información para tener mayores detalles sobre el
IQIQU-
El Ekeko: Los caminos del enano más famoso
La Razon - La Paz, Bolivia - (Posted on Jan-26-2003)
En Tiwanaku, este hombrecillo de baja estatura tenía una joroba. Su rostro
fue transformándose hasta adquirir la fisonomía del español. La mano extranjera
también cambió la fecha del festejo. La mirada de yeso se fija en la
serpentina que, ostentosa, abraza su cuerpo. Examina su colorido chullu o
lluchu, escondido bajo el negro del sombrero de fieltro. Repasa sus bigotes y
sus regordetes cachetes sonrojados por la amplia sonrisa, siempre dispuesta a
recibir un cigarrillo. Sus abarcas soportan el peso de víveres, televisores,
sapos, herraduras, billetes... hasta casas y autos cargados en la espalda.
Concebido en las manos de expertos artesanos, atesora misterios escondidos
hasta para su escultor. Dios de la fortuna, le dicen, aunque no se sabe con
exactitud el porqué. Y el Ekeko, el que lleva, según se traduce en lengua
aimara, con el humo cortando su silencio mile- nario, repasa sus pasos. Una
misteriosa estatua encontrada en Tiwanaku parece dar los primeros
indicios. El museo Tiwanaku guarda la estatua encontrada en el sitio
arqueológico del mismo nombre. Se trata de un pequeño ser jorobado, que según
arqueólogos y antropólogos de la línea de Ponce Sanjinés y Arturo Posnasky,
está relacionado con el Ekeko. Van Den Berg habla del iqiqu, el antiguo dios de
la suerte y la abundancia, representado por un simpático enano jorobado.
Sea ésta una de las primeras versiones de ekekos o no, el dios fue relacionado
desde sus inicios con la fertilidad. En los estudios de Mario Montaño Aragón,
en su libro Mama Pacha, Diccionario de la mitología aymara, se encontraron
versiones sobre un Ekeko con un miembro viril de grandes dimensiones y en
estado erecto, dato confirmado también por Antonio Paredes Candia y Posnasky.
Por eso, otros autores hablan del Ekeko como la divinidad favorita de las
mujeres y de la unión sexual. Y estos orígenes aún sobreviven en la cultura
aimara. La reproducción de las illas Una mano levanta la coca de los
awayos y se la lleva a la boca. Juan ángel Yujra es antropólogo, parte de un
grupo de investigadores aimaras que busca el rescate de su cultura, carcomida
por la llegada de la fe evangélica y la Iglesia Católica. Sus estudios se basan
en la transmisión oral y las prácticas rituales, logrando así sumar su visión a
las teorías de otros. ¿Por qué las miniaturas?, se pregunta Juan ángel. La
base está en las illas aimaras, amuletos multiplicadores que atraen la suerte.
En pequeños awayos se guardan diminutos granos de productos de la tierra,
minúsculas hojas de coca, piedras del lago, conchas y wairurus, semillas
rojinegras que se reproducen sin necesidad de estar en la tierra. Las mujeres
y hombres llevaban estos atados en pequeños bolsillos dentro de sus chuspas y
otros accesorios para atraer la suerte. Y cargaban los mullus, esculturas
pequeñas cortadas en esteatita, piedra blanda y albina. Estos mullus son una
especie de talismanes con representaciones de casas y
ganados. Las illamunachas, una pareja en pleno acto sexual, son mullus para
conseguir el amor; mientras que el puño, con el pulgar extendido, sirve para
atrapar la suerte. La fecha en que se dejaba que el sol bendijera estas
illas, para que se multiplicaran, era a mediados del año aimara, el 21 de
diciembre. Se trata del Kapac Inti Raymi, solsticio de verano que marca la
temporada de lluvia y del crecimiento de la cosecha. En esa fecha los antiguos
aimaras se reunían para intercambiar illas a través del trueque. La fiesta se
llamaba Chhalasita, cambiame, pero con la Colonia transitó del intercambio a
la compra y venta. Entonces surgió Alasita, que en aimara quiere decir
comprame, según cuenta Germán Choquehuanca en su publicación El eqeqo del
Qollasuyu. Copacabana era uno de los principales centros, donde ahora se
encuentra la Horca del Inca. Se elegía el lugar para que el primer rayo de sol
bañe las illas, que tienen la facultad de reproducirse. Desde entonces
se prepara la illa, relacionada con el ganado y la prosperidad en el hogar, y
la ispalla, productos que da la tierra para iniciar un buen año. Otro elemento
aimara de suerte es el sapo. Su presencia en esta época denotaba que no habría
sequía y sí una buena cosecha. Por ello, hacían pequeñas estatuillas de oro con
su figura. La llegada del Ekeko El enano, al igual que los gemelos, siempre
significó una suerte muy especial para los aimaras. Para ellos, ver un hombre
de pequeñas dimensiones es siempre una buena oportunidad para que toque sus
illas y, a través del poder de su esencia, les permita multiplicarse. Y esta
facultad propia de la gente de baja estatura se relacionó con el Ekeko, como
Dios de la Fecundidad. Así que el ámbito reproductor de esta deidad se amplió