No entiendo la forma como lo describes a tu presidente me parece que tuvieras 
algun tipo de resentimiento, quisiera saber a que grup perteneces, pienso que 
sin alguien llega a algun lugar se debe a su denodado esfuerzo, en todo caso 
deberias dar tu punto de vista en forma mas genérica.
   
  Saludos...

eliass quispe <[EMAIL PROTECTED]> escribió:
  LA VIDA DE EVO MORALES AYMA

En 1981, Evo Morales vio cómo en la senda Bayer, de Chipiriri, un compañero fue 
quemado vivo por militares borrachos. 
Ahí empezaron sus razones para llorar.
Juan Evo Morales Ayma llora. En el kilómetro 21 de Villa 14 de Septiembre, en 
Cochabamba, el sonido de los grillos se adueña del lugar. El sol se apaga en el 
horizonte verde, pero todavía queda su calor en la casa de madera inundada por 
la brutalidad de la noche. Empieza la década del 80 y se escucha un lamento, es 
Evo quien suelta sus lágrimas.
“Solía llorar porque no podía ayudar a la gente”, dice su hermano Hugo, quien 
unos 26 años después, en la fría ciudad de Oruro, habla de los días que pasó en 
el trópico cochabambino el entonces dirigente del aguerrido gremio cocalero.
García Meza estaba en el poder y tenía en jaque a los productores de coca. En 
1981, Evo vio cómo en la senda Bayer, de la central Chipiriri, un cocalero fue 
quemado vivo por militares borrachos. Entonces empezaron sus razones para 
llorar.
Cuando a los “leos” —diminutivo del grupo Leopardos, policías que trabajan en 
la erradicación de cocales— no se les ocurría realizar operativos por las 
inmediaciones de Chapare, la palabra “felicidad” encontraba sentido entre los 
lugareños.
Entonces, Evo Morales se dedicaba a jugar fútbol con los comunarios o se 
lanzaba al río Chipiriri con sus amigos de juventud. Uno de ellos era José Luis 
Aguilar Balderrama, su vecino, quien también recuerda al actual Presidente de 
la República como un pescador espectacular.
Pero la figura delgada y el rostro con escaso bigote del líder cocalero de 
entonces está ligada al deporte antes que a la pesca. Por ello fundó el equipo 
Fraternos y usó su bicicleta para llevar y traer los implementos deportivos. 
Las poleras son las mismas que usaba su cuadro de Orinoca, donde está la 
comunidad en la que nació el 26 de octubre de 1959.
Los pocos habitantes de Isallavi, en Orinoca, hablan del día cuando María Ayma 
se retorcía por el dolor de parto y Dionisio Morales buscaba a una curandera 
para salvar a su esposa y a su hijo varón. Entonces ocurrió un milagro: la 
madre y el niño sesalvaron.
Con Dionisio, como en toda familia, Evo compartió alegrías y tristezas; aunque 
estas últimas fueron las más recurrentes. Cuando Evo cumplió seis años, 
Dionisio lo llevó, junto a su hermana Esther —la hermana mayor—, al norte de 
Argentina a trabajar en la zafra de la caña de azúcar.
Su padre fue también quien le impulsó a tomar la ruta hacia el Chapare. Un día 
de 1980, luego de ver exterminada su siembra de papa por la helada, Dionisio 
dijo: “Aquí jamás vamos a progresar, jamás vamos a ser campesinos prósperos, 
hay que ir a buscar tierra al oriente boliviano”. Así llegaron, padre e hijo, 
al trópico cochabambino. Un par de años después se unió Hugo. María quedó sola 
en Orinoca porque Esther se dedicó a trabajar en su carnicería asentada en 
suelo orureño.
En 1983, Dionisio partió a la ciudad de Pagador prometiendo a Evo retornar a 
Chapare. No lo hizo. Nueve días después de su muerte llegaron a Orinoca Evo y 
Hugo. Se reunieron con Esther y unieron sus penas. Sólo les quedaba mamá María, 
la mujer valiente que dio a luz siete hijos, de los que sobreviven tres.
La soledad y tristeza de la madre duraron casi una década, hasta comienzos de 
los 90, cuando cerró los ojos para siempre. Sin embargo, ninguno de sus 
vástagos estuvo a su lado ese día.

UNA FAMILIA NUEVA
Evo Morales encontró una familia en Chapare. “Cuando perdió a su padre siempre 
andaba con mis hijos y para mí era un hijo más”. Las palabras le pertenecen a 
Esteban Marzano Abasto, quien a sus 86 años no olvida el día que el hombre de 
Orinoca llegó junto a su papá y construyó con sus manos la casa de madera. “Era 
un campesino más”. Avelino Espinoza Gonzales también le recuerda y se convierte 
en otro de sus maestros. “Le gustaba el fútbol, era muy entusiasta”.
Alguna vez se vio a Evo por La Gaviota —un bar que ya cerró sus puertas—, donde 
bebía cerveza y solía dormirse en silencio. “Yo le decía: hermano, no tomes”, 
comenta Hugo al rememorar las escasas parrandas que se dio Evo en Villa (como 
se conoce a Villa 14 de Septiembre).
Pese a vivir en la misma zona, con su hermano sólo compartieron las horas 
solitarias de la noche. “Recuerdo que una vez él protestó porque pensó que yo 
me puse su camisa, pero le señalé dónde estaba la suya. No nos gustaba 
compartir la ropa. Él tenía sus cosas y yo las mías”, sostiene Hugo, mientras 
toma un vaso de api en el mercado central de Oruro.
En el terreno de los hermanos Morales Ayma se cultivaba naranja, pomelo, 
papaya, plátano y, por supuesto, coca.
Uno de los recuerdos que Evo suele narrar se refiere a la vez que fue a 
cosechar la hoja milenaria... “Yo me agarré un surco y estaba trabajando, 
cuando apareció una planta del mismo tamaño de la coca, pero con espinas; cinco 
metros más allá había otra similar. Esta coca con espinas no me dejó avanzar, 
les digo a mis compañeros, (y ellos) se ríen y me contestan que en medio de los 
cocales siempre plantaban un árbol de naranja, cada cinco metros. Hasta ahora 
me dicen: ‘Oye, Evo, lo que has cosechado la naranja’”.
Corría 1989 y la represión se ensañó con los productores de coca de Chapare. La 
hoja se asoció a la cocaína. Un día de ese año, efectivos de la Unidad Móvil de 
Patrullaje Rural golpearon a Evo y lo arrojaron al monte pensando que ya no 
tenía vida, pero no fue así. Una fotografía, puesta en el mercado de Villa 14 
de Septiembre, retrata —en parte— lo ocurrido. La imagen muestra cómo los 
productores de coca llevan al dirigente en una manta.
Los primeros años de la década del 90 vinieron acompañados de mayor represión. 
La muerte de su madre, María, ensombreció aún más el horizonte de Evo.
Pero tampoco faltaron las alegrías. El dirigente cocalero inició un romance con 
Marisol Paredes. Pocos pobladores del Chapare quieren hablar sobre ello, y los 
que se animan recuerdan a la pareja viviendo durante un par de meses en la casa 
del kilómetro 21 de Villa.
Marisol quedó embarazada y “Evo reconoció al niño en el vientre”, aclara 
Avelino Espinoza Gonzales, tío de la mujer.
Hoy, los días húmedos en el trópico han pasado y el hijo del Presidente tiene 
12 años. Estudia en el Domingo Savio de Cochabamba y es un apasionado del 
fútbol, al igual que su padre. Los administradores del colegio nunca los vieron 
juntos.
Pero mientras Evo estuvo con Marisol tuvo otro romance con Francisca Alvarado. 
Fruto de esa relación nació una niña que ahora también tiene 12 años.
Morales no reconoció inmediatamente a esta pequeña; aunque seis años después lo 
hizo, en medio de dudas.
“¿Cree que no es la hija de Evo Morales?”, se le consulta a Esther. La mujer, 
en plena carnicería, deja de afilar dos cuchillos, toma aire durante un par de 
segundos y contesta: “No sé, es muy morenita”.
Marisol y Francisca no fueron las únicas conquistas de Evo. Allá por el segundo 
lustro de los 90, un grupo de amigas, que prefiere permanecer en el anonimato, 
recuerda que el corazón de Morales estuvo ocupado por Evelín Ágreda.
La mujer no quiere hablar sobre esa relación. Sólo sonríe cuando se le pregunta 
si ella se considera el gran amor del que ahora es Presidente de la República. 
Sin embargo, las amistades recuerdan que ambos salían a bailar y, aclaran, que 
él no era bueno en estas lides.
La música no es el fuerte de Evo, y muchos afirman que su destino estuvo ligado 
a la lucha sindical. Así, el hijo de Orinoca cambió las jornadas en Chapare por 
su bastión en la Federación del Trópico de Cochabamba, y de ahí, en 1997, tomó 
nuevos aires cuando se estrenó en la Cámara Baja como el diputado más votado 
del país.
Con el tiempo, las razones para llorar han dado un giro. En 1993 llegó la 
energía eléctrica a Chapare y 13 años después, el 22 de enero de 2006, las 
lágrimas de Evo fueron transmitidas en vivo y directo cuando asumió la 
conducción de Bolivia.

Evo en un desfile en honor a Oruro. Juan Evo Morales Ayma llora. En el 
kilómetro 21 de Villa 14 de Septiembre, en Cochabamba, el sonido de los grillos 
se adueña del lugar. El sol se apaga en el horizonte verde, pero todavía queda 
su calor en la casa de madera inundada por la brutalidad de la noche. Empieza 
la década del 80 y se escucha un lamento, es Evo quien suelta sus lágrimas. 
“Solía llorar porque no podía ayudar a la gente”, dice su hermano Hugo, quien 
unos 26 años después, en la fría ciudad de Oruro, habla de los días que pasó en 
el trópico cochabambino el entonces dirigente del aguerrido gremio cocalero.
García Meza estaba en el poder y tenía en jaque a los productores de coca. En 
1981, Evo vio cómo en la senda Bayer, de la central Chipiriri, un cocalero fue 
quemado vivo por militares borrachos. Entonces empezaron sus razones para 
llorar.
Cuando a los “leos” —diminutivo del grupo Leopardos, policías que trabajan en 
la erradicación de cocales— no se les ocurría realizar operativos por las 
inmediaciones de Chapare, la palabra “felicidad” encontraba sentido entre los 
lugareños.
Entonces, Evo Morales se dedicaba a jugar fútbol con los comunarios o se 
lanzaba al río Chipiriri con sus amigos de juventud. Uno de ellos era José Luis 
Aguilar Balderrama, su vecino, quien también recuerda al actual Presidente de 
la República como un pescador espectacular.
Pero la figura delgada y el rostro con escaso bigote del líder cocalero de 
entonces está ligada al deporte antes que a la pesca. Por ello fundó el equipo 
Fraternos y usó su bicicleta para llevar y traer los implementos deportivos. 
Las poleras son las mismas que usaba su cuadro de Orinoca, donde está la 
comunidad en la que nació el 26 de octubre de 1959.
Los pocos habitantes de Isallavi, en Orinoca, hablan del día cuando María Ayma 
se retorcía por el dolor de parto y Dionisio Morales buscaba a una curandera 
para salvar a su esposa y a su hijo varón. Entonces ocurrió un milagro: la 
madre y el niño sesalvaron.
Con Dionisio, como en toda familia, Evo compartió alegrías y tristezas; aunque 
estas últimas fueron las más recurrentes. Cuando Evo cumplió seis años, 
Dionisio lo llevó, junto a su hermana Esther —la hermana mayor—, al norte de 
Argentina a trabajar en la zafra de la caña de azúcar.
Su padre fue también quien le impulsó a tomar la ruta hacia el Chapare. Un día 
de 1980, luego de ver exterminada su siembra de papa por la helada, Dionisio 
dijo: “Aquí jamás vamos a progresar, jamás vamos a ser campesinos prósperos, 
hay que ir a buscar tierra al oriente boliviano”. Así llegaron, padre e hijo, 
al trópico cochabambino. Un par de años después se unió Hugo. María quedó sola 
en Orinoca porque Esther se dedicó a trabajar en su carnicería asentada en 
suelo orureño.
En 1983, Dionisio partió a la ciudad de Pagador prometiendo a Evo retornar a 
Chapare. No lo hizo. Nueve días después de su muerte llegaron a Orinoca Evo y 
Hugo. Se reunieron con Esther y unieron sus penas. Sólo les quedaba mamá María, 
la mujer valiente que dio a luz siete hijos, de los que sobreviven tres.
La soledad y tristeza de la madre duraron casi una década, hasta comienzos de 
los 90, cuando cerró los ojos para siempre. Sin embargo, ninguno de sus 
vástagos estuvo a su lado ese día.

UNA FAMILIA NUEVA
Evo Morales encontró una familia en Chapare. “Cuando perdió a su padre siempre 
andaba con mis hijos y para mí era un hijo más”. Las palabras le pertenecen a 
Esteban Marzano Abasto, quien a sus 86 años no olvida el día que el hombre de 
Orinoca llegó junto a su papá y construyó con sus manos la casa de madera. “Era 
un campesino más”. Avelino Espinoza Gonzales también le recuerda y se convierte 
en otro de sus maestros. “Le gustaba el fútbol, era muy entusiasta”.
Alguna vez se vio a Evo por La Gaviota —un bar que ya cerró sus puertas—, donde 
bebía cerveza y solía dormirse en silencio. “Yo le decía: hermano, no tomes”, 
comenta Hugo al rememorar las escasas parrandas que se dio Evo en Villa (como 
se conoce a Villa 14 de Septiembre).
Pese a vivir en la misma zona, con su hermano sólo compartieron las horas 
solitarias de la noche. “Recuerdo que una vez él protestó porque pensó que yo 
me puse su camisa, pero le señalé dónde estaba la suya. No nos gustaba 
compartir la ropa. Él tenía sus cosas y yo las mías”, sostiene Hugo, mientras 
toma un vaso de api en el mercado central de Oruro.
En el terreno de los hermanos Morales Ayma se cultivaba naranja, pomelo, 
papaya, plátano y, por supuesto, coca.
Uno de los recuerdos que Evo suele narrar se refiere a la vez que fue a 
cosechar la hoja milenaria... “Yo me agarré un surco y estaba trabajando, 
cuando apareció una planta del mismo tamaño de la coca, pero con espinas; cinco 
metros más allá había otra similar. Esta coca con espinas no me dejó avanzar, 
les digo a mis compañeros, (y ellos) se ríen y me contestan que en medio de los 
cocales siempre plantaban un árbol de naranja, cada cinco metros. Hasta ahora 
me dicen: ‘Oye, Evo, lo que has cosechado la naranja’”.
Corría 1989 y la represión se ensañó con los productores de coca de Chapare. La 
hoja se asoció a la cocaína. Un día de ese año, efectivos de la Unidad Móvil de 
Patrullaje Rural golpearon a Evo y lo arrojaron al monte pensando que ya no 
tenía vida, pero no fue así. Una fotografía, puesta en el mercado de Villa 14 
de Septiembre, retrata —en parte— lo ocurrido. La imagen muestra cómo los 
productores de coca llevan al dirigente en una manta.
Los primeros años de la década del 90 vinieron acompañados de mayor represión. 
La muerte de su madre, María, ensombreció aún más el horizonte de Evo.
Pero tampoco faltaron las alegrías. El dirigente cocalero inició un romance con 
Marisol Paredes. Pocos pobladores del Chapare quieren hablar sobre ello, y los 
que se animan recuerdan a la pareja viviendo durante un par de meses en la casa 
del kilómetro 21 de Villa.
Marisol quedó embarazada y “Evo reconoció al niño en el vientre”, aclara 
Avelino Espinoza Gonzales, tío de la mujer.
Hoy, los días húmedos en el trópico han pasado y el hijo del Presidente tiene 
12 años. Estudia en el Domingo Savio de Cochabamba y es un apasionado del 
fútbol, al igual que su padre. Los administradores del colegio nunca los vieron 
juntos.
Pero mientras Evo estuvo con Marisol tuvo otro romance con Francisca Alvarado. 
Fruto de esa relación nació una niña que ahora también tiene 12 años.
Morales no reconoció inmediatamente a esta pequeña; aunque seis años después lo 
hizo, en medio de dudas.
“¿Cree que no es la hija de Evo Morales?”, se le consulta a Esther. La mujer, 
en plena carnicería, deja de afilar dos cuchillos, toma aire durante un par de 
segundos y contesta: “No sé, es muy morenita”.
Marisol y Francisca no fueron las únicas conquistas de Evo. Allá por el segundo 
lustro de los 90, un grupo de amigas, que prefiere permanecer en el anonimato, 
recuerda que el corazón de Morales estuvo ocupado por Evelín Ágreda.
La mujer no quiere hablar sobre esa relación. Sólo sonríe cuando se le pregunta 
si ella se considera el gran amor del que ahora es Presidente de la República. 
Sin embargo, las amistades recuerdan que ambos salían a bailar y, aclaran, que 
él no era bueno en estas lides.
La música no es el fuerte de Evo, y muchos afirman que su destino estuvo ligado 
a la lucha sindical. Así, el hijo de Orinoca cambió las jornadas en Chapare por 
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