He estado esperando varios dÃas para leer los comentarios a la, para mÃ, insólita declaración de Tomás Baiget sobre su decisión de dejar de publicar reseñas y recensiones en El profesional de la información. Por cierto, que no deja de recordarme esto a una cadena de comentarios que a partir de cierta paráfrasis de un verso de GarcÃa Lorca se concitó casi simultáneamente en Facebook. La verdad es que tuve que dar muchas explicaciones y no estoy seguro de que todo el mundo quedase conforme.
Más seguro estoy, en cambio, de que el comentario que voy a hacer ahora va a producir algunas asperezas y roces en personas a las que, por otro lado, admiro considerablemente. Como saben ustedes, el quid del asunto está en que El profesional de la información va a dejar de publicar recensiones y reseñas porque éstas son unánimemente elogiosas; y desde luego ni es oro todo lo que reluce ni es tan bueno todo lo que se despacha. No tengo más remedio que hacer alguna pequeña rememoración personal. Antes, incluso, de dedicarme plenamente a la biblioteconomÃa ya habÃa publicado alguna reseña en revistas de literatura. Unas muy serias y campanudas y otras algo más, cómo dirÃa yo, cascabeleras. Pero en cuanto empecé a trabajar en la Biblioteca Nacional comencé a publicar muchÃsimas reseñas, la mayorÃa de ellas en el BoletÃn de la ANABAD, aunque no exclusivamente. Algunas obras que yo reseñé estaban bien y otras que estaban mal, con todo el espectro que puede imaginarse que existe entre esas dos posiciones. Incluso, entre las que estaban bien podÃa yo señalar algún defecto, por ejemplo de insuficiencia o carencia de juegos de Ãndices o, entre las que estaban mal, alguna virtud, por ejemplo el que hubiera poco o nada publicado sobre ello. Y, por supuesto, y esto está en relación directa con el quid de la cuestión y con la frase que puse en Facebook âSe acabaron los bibliotecarios que iban por el monte solosâ, tuve varios encontronazos desagradables fruto de aquellas reseñas. Por ejemplo, al criticar con enorme dureza el VI tomo de cierta bibliografÃa de bibliografÃas española, se presentó el autor en mi cubÃculo de Jefe de Servicio de Patrimonio Bibliográfico de la Biblioteca Nacional, que compartÃa con Pilar Palá, dando grandes voces y amenazándome con terribles represalias. En otra ocasión al reseñar el Formato MARC para Archivos y Manuscritos que habÃa recibido el siempre añorado Manuel Sánchez Mariana y que me habÃa entregado a mÃ, recibà una llamada conminatoria del Ministerio de Cultura y más concretamente de la Subdirección General de Archivos, o como se llamara en aquella época, en la que se me dijo que âno me metiera en camisa de once varas y que me atuviera a las consecuencias de mi atrevimientoâ. Eso ya eran palabras mayores, pero he seguido escribiendo reseñas y artÃculos sin ningún tipo de problemas. En otra ocasión y en una comunicación que presenté a un Documat, no me acuerdo cual, en un artÃculo escrito en colaboración con dos compañeras, yo me burlaba del absurdo edificio que se habÃa levantado para alojar a lo que iba a ser la Biblioteca Nacional de Préstamo, luego la Biblioteca Nacional de Acceso al Documento, y que al final se ha quedado en segundo deposito, tout court. En efecto, la carencia de ascensores en las entreplantas, las rampas cerradas en un ángulo imposible, que ningún transportÃn cargado de libros podÃa girar, y la enorme abundancia de columnas, incluso en los muelles de carga, movieron a cólera al arquitecto de marras que, sin embargo, no tenÃa ningún inconveniente en que se presentaran los denominados âreformadosâ al Consejo de Ministros por valor de 1.000 millones de pesetas todos los años. Recibà una llamada telefónica verdaderamente impertinente en la que el ilustre arquitecto me amenazaba con quejarse al Ministro de Cultura y de ahà para arriba y me exigÃa que presentase la dimisión de mi cargo de aquella época. Algo más tarde y tras haber ganado las oposiciones a director de la Biblioteca de Menéndez Pelayo y dirigir el BoletÃn de la Biblioteca, también escribà muchas reseñas aplicando, me temo, las mismas normas que habÃa utilizado cuando era un mero redactor de reseñas. Desde luego, rechacé muchas reseñas absolutamente elogiosas, en las que el reseñista lo único que ponÃa negro sobre blanco era la enorme admiración que le inspiraba el reseñado y la colosal contribución que la obra reseñada aportaba al conocimiento humano. Tampoco faltaron los que además de todo eso llegaban al elogio personal que podÃa incluir desde la apostura del autor o autora hasta su gracejo personal. Naturalmente, esas reseñas no se publicaron nunca. Pero no fueron a la papelera sino que figuran en el archivo del BoletÃn de la Biblioteca de Menéndez Pelayo y fotocopiadas en mi propia carpeta de Celtiberia Show particular. Por cierto, que en más de un caso y de dos el reseñista-pelota ha acabado enemistándose con el reseñado-peloteado y algunas veces he recibido algún correo electrónico intentando asegurarse de que aquel malhadado escrito no dejó huella administrativa alguna. Lo mismo hice con reseñas escritas desde un odio personal furibundo como parece que sólo puede darse entre sabios y, sobre todo, entre aspirantes a plazas universitarias, y que siguieron el mismo camino que las anteriores. Muchas veces mantuve correspondencia con los reseñistas instándoles a que prestaran especial atención a determinados aspectos. Por ejemplo, las ya citadas referencias bibliográficas que he mencionado al principio. Incluso, para rizar el rizo, puedo decir que he sido censurado como reseñista y esto ocurrió cuando entregado ya a la imprenta un volumen del BoletÃn de la Biblioteca de Menéndez Pelayo y habiendo yo solicitado la excedencia de esa plaza, quiénes provisionalmente adoptaron la dirección quitaron las reseñas que les pareció conveniente, aunque no mi nombre como director de la publicación, lo cual es algo fantástico. Ya me he ocupado yo por mi cuenta de publicarlas en mi blog o dentro de algún artÃculo, pues siempre hay manera de encajar un texto. Concluyo ya esta nota, sin duda ya demasiado larga, pero que he escrito ex abundantia cordis, con lo que viene a ser el fondo de la cuestión y la pregunta que no me hubiera gustado tener que plantear. Si en El profesional de la información se han publicado reseñas tan elogiosas que ha llegado un momento que ha sido necesario cortar con esa práctica no publicando ninguna reseña en absoluto, ¿no podrÃa darse, por analogÃa, la misma circunstancia con los artÃculos que se han publicado y se seguirán publicando? ¿No se deslizarán también elogios desmedidos en esos artÃculos? ¿No se silenciarán crÃticas a proyectos absurdos, carÃsimos o inútiles, por la misma razón que se elogian determinadas publicaciones cuando con frecuencia, por no decir siempre, se trata de las mismas personas? Es cierto que muerto el perro se acabó la rabia, pero hace ya mucho tiempo que Pasteur descubrió la vacuna. Y ahora, como dirÃa el Honorable, vuestro turno. ---------------------------------------------------- Los archivos de IWETEL pueden ser consultados en: http://listserv.rediris.es/archives/iwetel.html ----------------------------------------------------