Génesis de los indígenas amazónicos
  Por Javier Medina Dávila, diario El Comercio, Lima, 22mar08 p. a11
Una investigación desarrollada por la Asociación Interétnica Para el Desarrollo 
de la Selva Peruana (Aidesep) recoge los testimonios de viejos apus y maestros 
bilingües que conservan en su memoria las explicaciones de sus propios génesis.
  En la edición, denominada "Ojo verde", los investigadores Carlos Dávila 
Herrera y Pablo Macera Dall'Orso advirtieron que exponer de ese modo dichas 
explicaciones de la creación del mundo "quizás alteren el núcleo de sus 
conocimientos", pero admiten que quizá esa fue la última oportunidad que 
tuvieron estas naciones amazónicas para aclarar sus formas de ver el mundo.
  Sin embargo, ellos consideraron pertinente que se realice otro estudio que 
valore los efectos de las misiones porque es necesario conocer el pasivo 
cultural de las agencias religiosas.
  LOS VIEJOS DIOSES
  Las revelaciones hechas por los indígenas exponen dioses, diablos, ángeles, 
concepciones y hasta purgatorios para ascender a sus paraísos.
  Entre los asháninkas, el dios Sol existió antes que la Tierra, la cual se 
formó tras desprenderse de la corona de este como una partícula. Este mundo es 
sostenido por dos ejes; uno sostenido por él mismo para mantener la 
tranquilidad y el otro por donde se hunde el Sol, entre los cerros Omoro y 
Otsiriko.     
  Para los shipibos el mundo solo estaba formado por el cielo y la Tierra y las 
relaciones entre el hombre y la naturaleza eran muy fáciles. Un día, los 
mellizos Kesten y Kesin lanzaron flechas al cielo y formaron una escalera, pero 
algunos desobedecieron las reglas y Bari Papa (el padre Sol) los castigó 
alejando el cielo y dividiendo la Tierra en cuatro espacios. Uno es el de las 
aguas (Jene Nete), dominado por el poderoso Roni (la boa). Otro es en el que 
habitan los hombres (Non Nete). En el tercero viven los espíritus malos 
(Panshin Nete o mundo amarillo) y en el último están el Sol y la Luna (Jakon 
Nete o espacio maravilloso), espacio al que solo llegan las almas seleccionadas 
con mediación del meraya, un chamán de grado superior.
  Los uitotos consideran que primero existió solo el agua y Jusiñami, dios Sol, 
hijo de la nada, que se sostenía en el aire. Escupió al agua para formar la 
Tierra de una burbuja. Para endurecerla creó el fuego. Tienen dioses y diablos 
que castigan a quienes maltratan el bosque. Las almas de los brujos se quedan 
entre las bestias porque sus poderes provienen de animales.
  El mundo bora es la representación del creador Niimúhe. Al principio solo 
existía agua habitada por malos espíritus. El creador, para mostrar su poder, 
hizo a la Tierra, las plantas y los animales. Con el tallo, hojas de tabaco y 
con la masa de yuca formó al primer hombre, Tííne Ánuméí Niinúhe. Cuando este 
hizo su chacra pidió una mujer y el creador le indicó cómo tenerla. Los bora 
creen en el mundo del Hacha, donde están las herramientas para el trabajo. 
También en el de la Garza, Ihchúbá, espíritu de la belleza del creador donde no 
ha llegado nadie, pero su visita limpia de enfermedades a los bora. Por último, 
buscan una Tierra santa que nunca oscurece, a la que llegan los espíritus 
bondadosos.     
  Entre los awajun (aguarunas), Etsa (el Sol) creó el mundo. Al inicio todos 
eran personas, pero el dios transformó a los guerreros en huanganas y en aves 
como el tucán, paujil, trompetero y el gallito de las rocas.
  Los chayahuitas creían que el mundo es ovalado como el panal de las avispas y 
que está cubierto por una copa azulada, dentro de la cual se mueven la Luna, el 
Sol y las estrellas. La Tierra está envuelta en agua sujetada por el cielo. El 
Kunpananá, uno de los dos seres poderosos que llegó del aire, formó la tierra, 
los ríos y creó los peces con el aserrín de los cedros.
  En cambio, entre los candoshi, al principio todo era oscuro y no había agua, 
hasta que Zari (el Sol) bajó por una escalera puesta por Supsi (la Luna) y 
cambió todo en el mundo.
  Entre los cocama-cocamilla el mundo empieza al nacer Kémarin, el primer 
hombre, hijo de una gran mujer boa y de Kémarin, el dios Kokama, una paloma que 
se convirtió en ángel.
  También hay testimonios sobre el universo desde la cosmovisión de los wampis, 
nomatsiguenga, shiwilu, kichwa del Pastaza, tikunas y achuar.
  ¿Y cómo es que con toda esa variedad mítica-existencial de la selva terminó 
calando la palabra de Jesús de Nazaret? Dávila y Macera aventuran una 
respuesta: "El Perú es un país donde la gran mayoría de su población 
experimenta una ansiedad de salvación que, por ser sobre todo económica y 
social, termina como una salvación religiosa".     
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