LECTURAS INTERESANTES Nº 276
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    LIMA, PUNO                                       19 enero 2008
  

   
  UN MAR DE DEMAGOGIA
   
  Por César Hildebrandt
  Diario La Primera 17 enero 2008 p.4
   
  Los 28,000 kilómetros cuadrados que serán en La Haya materia de disputa los 
ha disfrutado Chile de facto desde que ganó la guerra del salitre y el guano, 
contando para esa victoria con la ineptitud y cobardía de los bolivianos y la 
minuciosa traición de los argentinos. 
  Así que no sé por qué tanta alharaca patriótica con esto del doctor Alan 
García hablándole al Congreso con cara de Bush al día siguiente del 11 de 
septiembre. 
  Porque Chile  ha sido, de hecho, el dueño de ese mar que el Perú reclama. 
  Lo que pasa es que el año 2000 Chile, prepotente como siempre, quiso hacer de 
derecho lo había tomado de hecho. Y en seguida, en pleno gobierno de Paniagua, 
inventó el incidente de la caseta movida de lugar. Se basaba Chile en que el 
Perú no habría de reclamar nada, habida cuenta de la conducta de Torre Tagle en 
1999. 
  En efecto, en 1999 el archipodrido nipón que decía gobernar el Perú –y que 
contaba con el vasto lumpen político doméstico- firmó con Chile un acuerdo de 
ejecución de lo que había quedado pendiente del tratado de 1929. Fue un acuerdo 
absolutamente prochileno, que aquí la gran prensa engavetó rápidamente y que el 
Congreso, contaminado por los Siuras y Medelius, ni siquiera examinó. Gracias a 
él es que el Perú no cuenta todavía ni con el muelle ni con la línea férrea que 
debía llegar servida a Arica ni con la estación ni con la servidumbre sobre 
toda esa área, tal como lo estableció el acuerdo de 1929 por el cual tuvimos 
que renunciar a Arica para recuperar Tacna. 
  Chile estaba convencido de que el excrementicio fujimorismo iba a gobernar al 
Perú otra década –lo que hubiera sido una gran suerte para ellos: Fujimori era 
el Melgarejo peruano del siglo XX-, así que dio un paso adelante llevando su 
cartografía ante las Naciones Unidas el año 2000. 
  Cuando el Perú desratizado de Paniagua se enfrentó a la audacia de Chile, lo 
hizo con Manuel Rodríguez Cuadros al frente. Chile sintió la diferencia cuando 
Rodríguez Cuadros le envió a Soledad Alvear, la canciller, una propuesta de 
negociación y le dio un plazo de sesenta días para responder. 
  La Alvear ni contestó el asunto de fondo. Era lo que necesita el Perú para 
argumentar que se había agotado la vía bilateral. Y es que Rodríguez Cuadros y 
su equipo habían descubierto que el Pacto de Bogotá le permitía al Perú llevar 
el diferendo marítimo a La Haya. Era la carta bajo la manga que Chile no se 
esperaba. 
  Cuando el asunto estaba por terminar en La Haya vino el cambio de gobierno de 
Alan García, el presidente electo, mandó decir que se hiciera nada porque él 
podría desautorizar todo. 
  Al comienzo de su régimen, tanto García como su canciller, José García 
Belaúnde, dijeron que el diferendo marítimo con Chile no tenía prioridad en la 
agenda peruana. 
  Y todo habría seguido así, con Torre Tagle bailando la cueca de la Bachelet, 
si Chile no comete otro error surgido de su arrogancia: la creación el 8 de 
octubre de 2007 –fecha sensible para el Perú- de la región Parinacota-Arica, la 
decimoquinta región chilena que incluía explícitamente el mar sustraído al 
Perú. 
  Ya era demasiado hasta para el prochileno Alan García. Y fue demasiado hasta 
para los militares que se habían arrastrado en el fango de Fujimori y habían 
aceptado el agravio nauseabundo de Tiwinza, un regalo que solo pudieron 
perpetrar el hombre que sería, pocos años después, candidato a senador por el 
Japón y el ladrón uniformado que dirigía por aquel entonces al ejército de 
Bolognesi. 
  Chile dice que no hay nada que resolver porque, en efecto, desde 1881 
disfruta del pedazo de mar que hoy le reclaman. Y porque lo seguiría haciendo, 
en silencio, si no hubiese querido convertir en usufructuo de derecho lo era 
puro botín carroñero de su victoria. 
  Un García desganado ha tenido que ir a La Haya. Lo más optimista es imaginar 
que el Perú conseguirá, después de varios años, la mitad de lo que pide: 14,000 
kilómetros cuadrados de mar. Mientras tanto, se habla de patriotismo y unidad 
nacional. Pero es Chile el que se arma y el que cada día adquiere más 
protagonismo en la economía del Perú (un calco de su papel en el siglo XIX). Y 
esto último es mucho más importante que unos fondos marinos que se habían 
dejado de ser nuestros desde la inmolación de Miguel Grau. Pero de esto casi 
nadie quiere hablar. [] 


Atentamente 

GUILLERMO VÁSQUEZ CUENTAS
       
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