LECTURAS INTERESANTES Nº 379

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LIMA,
PERU                26 DICIEMBRE 2008



 “Puno reconoce nuestro respeto
por la cultura aymara” 

 

PERU 21 / Sociedad | Jue. 25 dic '08

 

La Coordinadora Nacional de Derechos Humanos
homenajeó a la

Congregación Maryknoll por 65 años de
labor en el Perú, especialmente en Puno. 

Conversamos con Tomás Burns, padre Maryknoll que trabaja en Pamplona 

desde el 74, quien nos cuenta que la
congregación deberá salir de Juli. 

 

Autor:
José
Gabriel Chueca 

 

"Mi
papá era alcohólico. Una de las cosas que más me molestaba era tener que ir a
sacarlo de la cantina y llevarlo a casa zampado. Un día estaba en eso, yo tenía
11 años, y pasamos delante de la iglesia, a la cual él nunca iba. Mi papá me
puso la mano en el hombro y me dijo: 'Hijo, hoy dejo de tomar’. Entró a la
iglesia, se confesó y, con sus lisuras, me dijo: 'Qué buen cura, me hacía falta
eso’. Años después, llegó una carta a mi casa preguntando si yo quería ser
misionero. Y pensé que si no lo hacía entonces, no lo hacía nunca",
recuerda.



Usted
pertenece a los sacerdotes Maryknoll. ¿Por qué les dicen así?



Nuestro nombre es Sociedad Católica Misionera de América en el Extranjero.
Pero, cuando se fundó la congregación, en 1911, en Nueva York, quedaba cerca de
un sitio que los lugareños llamaban colina de María. En inglés, Mary’s Knoll. 



¿Cuándo
llegó usted al Perú?

 

Fui destacado a Juli en el 70.
 Mi primera asignatura fue ser párroco de la Catedral de Juli. ¡Era un
mocoso de 27 años! Pero estuve poco tiempo, porque me enfermé gravemente. Ya en
el 74 me quedé en Lima, en Pamplona, Ciudad de Dios, en San Juan de Miraflores.



Pamplona
padeció mucha violencia. 



En el 76 yo había sido nombrado coordinador de justicia y paz de los padres
Maryknoll en el Perú. Yo estaba en la onda del cambio de la Iglesia después del
Concilio Vaticano II. Cuando se produjo el Paro Nacional, que había sido
declarado ilegal por el Ministerio del Interior, sabíamos que algo iba a pasar.
Y hubo una batalla campal a tres cuadras de la parroquia. Yo convoqué a la
gente para hacer la Comisión
de Acción Solidaria. Nos propusimos saber la verdad de los hechos, saber
quiénes eran detenidos y mandar a alguien a la comisaría para ver qué hacían
con ellos, y ofrecer atención médica. Después del paro, hubo cinco mil
dirigentes sindicales despedidos. Ahí comenzaron las ollas comunes. 



En
Pamplona actuó Sendero Luminoso. ¿Usted fue amenazado? 





Siempre
se vivía con ese miedo, más cuando empezaron a matar sacerdotes en el norte. Un
día fui a una pollada para ayudar a un dirigente y me encontré con su hijo. Él
me presentó diciendo que yo era una excelente persona y dijo: “Tomás dice las
cosas como son y sabe las consecuencias de eso”. Al final, me dijo: “Yo soy de
Sendero”. Y yo supe que estaba advertido. Le habían robado el alma. Era un buen
muchacho. Nosotros queríamos que el pueblo se organizara contra la muerte lenta
–por eso apoyamos a organizaciones, como comedores populares– y contra la
muerte violenta –para eso invocamos el respeto a toda la vida–. 



La
congregación Maryknoll, en Puno, también enfrentó a Sendero.



Nosotros llegamos para aprender de las personas y convivir con ellas; ese es el
espíritu misionero. Sendero pensaba que atacar a la Iglesia iba a funcionar.
Lo hicieron en el 81, pero una marcha en Juli, que convocó a gente de todo el
sur andino, unas 7 mil personas, casi todos campesinos, les dijo que no. La
marcha tenía el lema “Somos Iglesia”. Era un mensaje para ellos. Santo remedio.




La
presencia Maryknoll en Juli termina este año. ¿Por qué? 



Como congregación, firmamos un contrato con el obispo. Cada cierto tiempo, el
obispo lo renueva o no. Ahora, el obispo de Juli, José María Ortega, no está de
acuerdo con nuestra línea pastoral. Y también desautorizó la vicaría de
solidaridad en la prelatura de Juli. 



¿Por
qué? Las vicarías defendieron los derechos humanos. En Puno casi no hubo
víctimas por acción del Estado. 



Dice que no estaba reconocida oficialmente. Pero, antes, ningún obispo de Juli
la desautorizó. Lo lamento porque los misioneros Maryknoll no quieren irse de
ahí. Tienen un promedio de 40 años en zona aymara. Son abuelos. El menor tendrá
60 años, y los otros tres tienen más de 70. Ese es su terruño. 



¿De
qué orden es el obispo de Juli?



De la Sociedad
de la Santa Cruz,
un grupo asociado con el Opus Dei. En la Iglesia, igual que en la sociedad, 
siempre hay
tensiones. La idea es que se pueda trabajar juntos a pesar de ellas. Pero el
diálogo no ha llegado a nada.



¿Y
qué dice la gente? 



La Federación
 Campesina de Puno ha reconocido nuestra labor y nuestro
respeto por la cultura aymara. Y los misioneros quieren quedarse. El obispo de
Puno los ha invitado a quedarse allá. Están pensándolo. Ojalá que puedan
quedarse y no se pierda su experiencia. 



 



 




GUILLERMO VÁSQUEZ CUENTAS      Tlf. 51-1-462-2611 // Cel 51-54-969-3204


      

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