A LA OPINIÓN PÚBLICA 

Frente a la reciente publicación, en un diario local (Correo, 23/4/09), de 
apuntes 
personales redactados por la congresista Hilaria Supa durante un debate en la 
sede del Congreso, los profesores de la Sección de Lingüística de la Pontificia 
Universidad Católica del Perú expresamos a la opinión pública lo siguiente: 

1. Existe una sustancial diferencia entre los apuntes personales, como un 
género 
especial de la lengua escrita, y otros textos de índole formal, que suponen un 
trabajo específico de elaboración y revisión. Esta distinción refleja la 
versatilidad de los redactores, quienes son capaces de distinguir entre 
diversas formas del código según el contexto en que la escritura se produce. 
Así, un redactor puede estar en condiciones de escribir a un amigo un mensaje 
electrónico en un registro coloquial y, minutos después, elaborar un artículo 
académico en un registro formal. Por tanto, desde el punto de vista 
lingüístico, es engañoso juzgar el manejo de la escritura que tiene un redactor 
sin tomar en cuenta esta distinción de géneros y registros. 

2. Las faltas de ortografía y redacción contenidas en el texto fotografiado por 
Correo son expresión de la base fonológica y gramatical que la congresista Supa 
posee en virtud de su lengua materna, el quechua. Esta base genera, como es 
natural, una influencia en la adquisición del castellano como segunda lengua. 
Este tipo de influencia es común entre los bilingües quechua-castellano, 
quienes, en su gran mayoría, no han podido consolidar su aprendizaje del 
segundo idioma en condiciones apropiadas, como las que podría brindar la 
educación intercultural bilingüe, por razones políticas y económicas. Por 
tanto, no se puede juzgar la competencia en la escritura castellana de la 
congresista Supa como una dimensión independiente de su condición de 
quechuahablante, y hacerlo constituye una manipulación de los hechos 
lingüísticos. 

3. Los problemas de ortografía propios de los bilingües, como el cambio de las 
vocales i/e y u/o y las faltas de concordancia, constituyen elementos 
importantes de un estereotipo acerca de los quechuahablantes que se ha 
generalizado en una sociedad jerarquizadora como la peruana. Este estereotipo 
consiste en pensar que dichos hablantes son, por necesidad, individuos carentes 
de inteligencia, cultura y educación, individuos que pueden ser calificados, en 
suma, de personas ignorantes. De este modo, a partir de las faltas mencionadas, 
Correo infiere que la congresista Supa posee las características descritas, lo 
que queda reflejado en el titular de portada “¡Qué nivel!” (Correo, 23/4/09) y 
en la columna de su director (24/4/09), en la que afirma: “Tocábamos el tema 
[de la escritura de la congresista] porque nos preocupa que el bajo nivel 
intelectual del Congreso dañe tanto a nuestra democracia”. Queda claro, pues, 
el carácter discriminador
 de este procedimiento, basado en un estereotipo. 

4. Otro hecho que es indispensable considerar en este caso reside en que las 
interferencias del sistema vocálico y de la sintaxis del quechua en el 
castellano constituyen dos de los rasgos lingüísticos más estigmatizados por 
los monolingües castellanos en el habla de los bilingües; es decir, estamos 
ante una de las características lingüísticas que con mayor frecuencia se 
utilizan para juzgar 
negativamente a dichos hablantes y discriminarlos. Quienes insisten en juicios 
como los que son materia de este pronunciamiento contribuyen a perpetuar una 
manifestación de violencia lingüística que se ha venido infligiendo en el Perú 
desde hace siglos contra los hablantes de lenguas indígenas cuando se expresan 
en castellano. 

5. Todas las lenguas constituyen una reserva de sabiduría acumulada por 
generaciones de hablantes que han tenido una particular e irrepetible relación 
con el mundo. Desde el punto de vista lingüístico, valen tanto, pues, el 
quechua como el castellano, el asháninka como el inglés, el shipibo como el 
chino. Sin embargo, en nuestro país, la falta de manejo de un aspecto del 
castellano —la escritura— se entiende por algunos como una carencia inadmisible 
en alguien que ejerce un cargo de representació n, mientras que gran parte de 
los hablantes del castellano no reconocen como un problema la ignorancia de 
aspectos básicos del quechua, del aimara y de las lenguas amazónicas. Desde 
nuestro punto de vista, esta percepción expresa falta de cultura y, a la vez, 
refleja la desigual distribución de espacios de poder no solo para las lenguas 
peruanas sino también para sus hablantes. 

6. Por todas estas razones, los profesores de la Sección de Lingüística de la 
Pontificia Universidad Católica del Perú condenamos este acto de discriminación 
y violencia lingüística. Actos como estos son inaceptables en una sociedad 
democrática, embarcada en la búsqueda de una convivencia creativa y 
enriquecedora entre sus diversas matrices culturales. Sin embargo, nos 
complace, al mismo tiempo, ser testigos de la pluralidad de reacciones en 
contra que este hecho lamentable ha generado. 
















      

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