Title: La importancia de la educación
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/LA NACIÓN.
San José, Costa Rica
Domingo 24 de octubre, 2004

Ganarle a la catástrofe

En esta crisis corresponde a la educación ganar la carrera histórica
Eleonora Badilla Saxe
Máster en Educación

La sentencia lapidaria de Herbert George Wells (1866- 1946) –novelista, periodista, sociólogo e historiador inglés, considerado por muchos el padre de la ciencia ficción moderna– de que “la historia se convierte cada vez más en una carrera entre la educación y la catástrofe”, me ha hecho finalmente reaccionar para salir del duelo paralizante de las últimas semanas, ante la improbable realidad que está viviendo el país.

Releer estos días la frase de Wells me hizo confirmar lo que siempre he sabido, lo que siempre he creído, por lo que siempre he luchado: el camino es la educación. En tiempos de crisis profunda, como los que estamos viviendo, hay que correr con la educación, al lado de la educación, por la educación. Ante lo que pudiera parecer un abismo insondable de desorientación y caos dar la prioridad a la educación, como sector estratégico del desarrollo nacional, es una tarea urgente. Tan urgente como la tarea del fortalecimiento del sistema judicial, el manejo eficiente y transparente de las finanzas públicas y el saneamiento (real) de los partidos políticos . O más urgente. Porque, si estas son acciones imprescindibles para un mejor funcionamiento sistémico, la de la educación es cuestión de supervivencia.

Civismo y decencia contra corrupción. Correr con la educación y por la educación implica, pero trasciende, el sistema educativo nacional. En las últimas semanas, ante los escándalos de corrupción, el pueblo de Costa Rica está dando –para sí y para el mundo– una lección de civismo y decencia contundente. La estamos dando no (solamente) en las aulas, sino fundamentalmente en los medios de comunicación, en las calles, en los centros de reunión, en los lugares de trabajo. Esta reacción educativa espontánea, autoorganizada, es posible porque el nuestro es un pueblo que se ha desarrollado a partir de la inversión en educación. Este vínculo entre la ecuación y la gente, nunca tan evidente, nos diferencia claramente de otras realidades circundantes. No hay que buscar la diferencia en el origen primario de la corrupción, la humanidad imperfecta, sino en su denuncia valiente y su combate, apegadas ambas al estado de derecho que nutre y da sentido al sistema democrático.


La democracia, dado que exige participación crítica y responsable, solo puede florecer allí donde hay un pueblo educado. Esta verdad, tan a la vista hoy, nos compromete a educar y educarnos en todos los ámbitos sociales, pero también nos compromete con el sistema educativo formal, en el que hemos invertido tantos recursos, esfuerzos y esperanzas, pero que se encuentra absolutamente deshabilitado, desarmado y desfinanciado para responder a las enormes demandas de la crisis actual.

Educación conservada y cambiada. En una carrera con la educación y por la educación el sistema educativo nacional debe ser, a la vez, conservado y cambiado. La conservación se refiere a la organización que le da identidad; el cambio, al metabolismo permanente de su estructura. En la actualidad, el sistema educativo funciona a la inversa. Por una parte, la organización inherente que le da su identidad y que debe garantizar su conservación (el propósito de la educación, la misión de los centros educativos, y la función de las instancias estratégicas) está amenazada por los vaivenes politiqueros, por los intereses creados y por los vertiginosos y profundos cambios históricos que estamos viviendo. Por otra, el “metabolismo” de su estructura está paralizado: los diferentes componentes del sistema están desvinculados, no se interrelacionan ni se retroalimentan.

Comencemos entonces por recuperar y conservar la organización inherente y la identidad del sistema educativo. Esta identidad debe responder a la visión de desarrollo que acordemos como país para los próximos veinte años, no a los intereses de grupos políticos cuyas previsiones, intenciones y acciones estarán necesariamente limitadas a los cuatro años de un gobierno. Es decir, hay que “despolitiquizar” (que no despolitizar) las decisiones estratégicas, la visión sobre la educación nacional y a las instancias que deberían garantizar la conservación de la identidad. Es urgente, en este sentido, revisar y redefinir la conformación y funciones que debería tener el Consejo Superior de Educación, la reformulación que requeriría el Servicio Civil Docente y las responsabilidades que tendría la Asamblea Legislativa en relación con el sistema educativo nacional. El Ministerio de Hacienda debe reconocerse como uno de los actores principales en el sistema educativo y su compromiso debe asegurarse en el largo plazo. Es necesario también abrir espacios reales de participación y opinión para los sectores comunitarios, académicos, no gubernamentales, gremiales y privados.

Visión de largo plazo y compromiso. De forma sincrónica, en el país debemos repensar y cambiar, sin miedo, la estructura del sistema para reactivar su “metabolismo”. No solamente es preciso encontrar vasos comunicantes entre sus partes, sino también echar mano de toda nuestra creatividad para imaginar, diseñar y cultivar un sistema distinto, más orgánico, más integrado. En esta carrera por la educación y con la educación no basta con mejorar, ampliar o escalar lo que ya tenemos. No estamos en época de maquillajes. Hay que remozar, innovar y cambiar lo que sea necesario.

Hacer historia requiere visión de largo plazo y compromiso con las nuevas generaciones. En el pasado, en Costa Rica hemos tenido la capacidad para hacerlo. Estoy segura de que hoy también sabremos aprovecharnos de la crisis para renovar fuerzas y poner a la educación a ganar esta carrera histórica.



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