Title: Palabras duras pero importantes


Padres e hijos


Klaus Steinmetz
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Revista Dominical.
La Nación, San José, Costa Rica

1


No conozco a la hija de Eliseo Vargas. Solo la he visto bajando grácilmente las gradas frente a la ignominiosa casa 59 de Valle del Sol, uno de esos días en que la prensa logró llevar el amarillismo a sus extremos.

Ella debe ser la pasión suprema de su padre. Probablemente se fundieron en un abrazo el día que ella recibió el Rav 4 carmesí, con el que le demostraban el gran amor paterno. Era el regalo equivocado, aunque la cara iluminada de Andrea sugiriera otra cosa. Cuando alguien en Marchwood giró un cheque a Purdy Motors, Eliseo ignoraba el veneno que acababan de inocular en su familia. Ahora su hija debe subir las gradas judiciales para ir a firmar como imputada y la palabra "futuro" esta teñida de miedo. Este es el principal castigo que enfrenta el pediatra, aun antes de cualquier veredicto, por haber olvidado para qué está en el mundo un padre, un médico, un hombre.

2


Miguel Ángel Rodríguez solo usa corbatas negras. Tomó esa decisión para honrar permanentemente la memoria de su hijo mayor, fallecido en un terrible accidente. Así, ese hijo estaba con la familia en los momentos más importantes, cerca del corazón de su padre. Estuvo con él cuando le pusieron la banda presidencial y cuando juró respetar los cimientos sobre los que se construyó nuestro pequeño gran país. Estuvo en Washington cuando su padre fue elegido por aclamación a la Secretaría General de la OEA y cada vez que abrazó a un mandatario importante. Supongo que al expresidente le bastaba acariciar esa herida negra en medio del pecho para sacar de ella toda la fuerza del amor por el hijo perdido. La llevaba puesta en cada acto de su vida en Casa Presidencial, es decir, en todos sus actos, en todos. Supongo que la llevaría puesta si lo llamaba José Antonio Lobo. La llevaba puesta en aquel viaje a España. Él la llevaba para honrar permanentemente la memoria de su hijo.

Miguel Angel Rodríguez tenía puesta una corbata negra en el avión de Taca que lo trajo de San Salvador a Costa Rica. Dicen que en un determinado momento, en los tribunales, se la quitaron, un procedimiento habitual para evitar que un imputado intente acabar con su vida.

3


Rafael Ángel Calderón Fournier es el hijo del doctor Rafael Ángel Calderón Guardia. Este heredó al país las Garantías Sociales, el Código de Trabajo y la Caja Costarricense de Seguro Social. José Figueres le declaró y le ganó la guerra, acusándolo de fraude electoral, pero después de abolir el ejército y reinstaurar la democracia, defendió esos logros, que ponían a nuestro pueblo a la vanguardia latinoamericana en igualdad y solidaridad social. Por eso, el corazón de los ticos se dividía entre la pasión por alguno de los dos grandes caudillos y su favor electoral recaía en el partido inspirado por cada uno de ellos.

Rafael Ángel hijo aprovechó su herencia histórica para llegar al poder. Aprendió el complicado arte de la política, del cabildeo, las alianzas, la retórica... Pero de eso hace ya muchos años. Aún es joven para la contienda, pero se acerca a esa edad en que los seres humanos se preguntan por el sentido de la vida. Una edad en que el poder y el dinero, por sí solos, no alcanzan para justificar el paso por el mundo de un líder. Su padre lo supo mucho antes que el hijo y por eso se aseguró un lugar en el alma de su tierra: ser recordado con pasión; haber luchado para construir un país ejemplar. Porque Costa Rica, hasta hace poco, era ese lugar utópico que los ticos mencionaban en el extranjero llenándose la boca con tasas de alfabetización o mortalidad infantil, de democracia y madurez política...

Dudo mucho que, de establecerse la verdad de las denuncias en su contra, en el futuro se nombre alguna escuela o avenida con el nombre de Rafael Ángel Calderón Fournier, independientemente de qué tan correctos sean los actos por los que dice haberse enriquecido. Dudo que los libros de historia nacional que ahora nos toca reescribir, le guarden alguna alabanza, ensombrecidos sus méritos por la duda espantosa o por la culpa, está por verse. Los que lo consideran culpable no pueden creer que su víctima haya sido justamente la Caja de Seguro Social, por la que Calderón Guardia estuvo dispuesto a dejarse matar. Algún día él dejará a su familia una gran herencia económica. Ojalá pueda -como su padre- heredar el honor de llevar su apellido.

Al final, cuando todo haya pasado, si se confirmara una condena penal o política y en un café alguien mencionara a Rafael Ángel Calderón, quien esté hablando deberá aclarar si se refiere al padre o al hijo, tan corta sería la distancia entre el orgullo y la vergüenza.



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