www.lobbyperlaindependencia.org El colonitzador foraster andalús i president de la Casa de Andalucía, Pedro Anaya, se lleva la careta avui damunt les planes d'El (In) Mundo i fa una declaració de guerra contra la presència del català a l'escola. Aquest individu que odia a mort els mallorquins i que és un fanàtic partidari d'aquella frase tan repetida pels invasors andalusos, "Que bien se vive en Mallorca! Lástima de los jodidos y putos mallorquines" fa unes declaracions antològiques en les quals a part d'insultar Mallorca, els mallorquins i la llengua pròpia de Mallorca, el català, posa en evidència el rerafons genocida, colonitzador i criminal que hi ha darrere la Feria de Abril a Mallorca subvencionada amb doblers públics.
Reproduït de www.elmundo.es Domingo, 7 de mayo de 2006 Actualizado a las 02:02 CARA A CARA / Habla el 'presidente' balear de los andaluces«Nuestros hijos están en inferioridad en la escuela por la imposición del catalán» PEDRO ANAYA ANAYA, Presidente de la Casa Regional de Andalucía en Baleares -«Los gobiernos no han sabido estar a la altura y han permitido cosas que ya han tenido consecuencias en Cataluña. Creo que aquí puede suceder lo mismo» - «5.000 andaluces de Baleares han vuelto a su tierra en los últimos años, pero los jóvenes siguen emigrando» - «Las casas regionales nacieron para ayudar a los inmigrantes y aún hoy los ayudan» = 1) @ --> JUAN RIERA ROCA PALMA.- Pedro Anaya Anaya (Setenil de las Bodegas, Cádiz, 1952) es el presidente de la Casa de Andalucía en Baleares. Vino a Mallorca siendo aún un niño pequeño en una de aquellas oleadas de emigrantes a los que el campo había dejado de alimentar en sus tierras de origen. A lo largo de medio siglo, Pedro ha sabido adaptarse y se siente tan mallorquín como el que más, tan andaluz como el que más. Habla un castellano puro, exacto, sin acentos, y un mallorquín fluido y tan aceptable como el de cualquier palmesano. Su vida, sus pasiones, viven a caballo entre dos mundos. Recuerda aquellos tiempos duros, los años 50 y 60 de crecimiento y trabajo, en los que gentes como sus padres o como él construyeron -a veces con sus propias manos- esta sociedad de la que hoy disfrutamos todos. Hoy tiene una espinita clavada en el corazón, esa Feria de Abril que tanto ama y «que se nos está escapando de las manos», perdiendo la pureza que le ha dado su prestigio y su atractivo. -Usted llegó a Mallorca... -Con cuatro años. Mis padres vinieron de nuestro pueblo, Setenil de las Bodegas, en la sierra gaditana, por necesidad, en busca de trabajo. Setenil era entonces un pueblo agrícola, dominado por cuatro señoritos que controlaban todo, si había trabajo o si no había trabajo. Esto hizo que muchos vecinos se vieran obligados a emigrar a sitios como Suiza, Alemania, Barcelona y Mallorca. Mis padres vinieron con un grupo de veinte familias a trabajar en la construcción del Paseo Marítimo, gracias a un guardia civil. -¿Gracias a un guardia civil? Sí, era un guardia civil del pueblo que estaba destinado en la Comandancia de Mallorca. Se enteró de que faltaba mano de obra y avisó y proporcionó los contratos a la gente del pueblo para trabajar en la construcción del Paseo Marítimo y del Puerto de Palma. Fueron tiempos muy duros, pero que recuerdo también muy alegres. -¿Duros pero alegres? -Al principio vivíamos en una casa compartida con 10 matrimonios. Cada familia solo tenía un espacio separado por una cortina. Fueron tiempos duros, pero también vividos con alegría porque tenías trabajo y podíamos comer. -Supongo que habrá vuelto a Setenil. -Sí, muchas veces. Ahora ha cambiado, como ha cambiado toda Andalucía. Setenil es hoy un pueblo turístico y son muchos los que han vuelto tras jubilarse o los que se han ido a trabajar en el turismo, abriendo tiendas, etcétera. Es un pueblo pintoresco, en la sierra, y se ganan bien la vida. -¿Cómo se llega a implicarse con las actividades de una institución como la Casa Regional de Andalucía en Baleares? -Quizás por ser descendiente de personas humildes siempre me ha interesado estar en lugares en los que se luche y se trabaje para ayudar a las personas humildes. Hay que tener en cuenta que las casas regionales, como la de Andalucía, nacen para acoger y ayudar a las personas con problemas que llegan desde Andalucía a las Islas. Estos andaluces tenían muchos problemas. -¿Ustedes mismos sufrieron estos problemas? -Nosotros nos fuimos pronto a vivir a un piso en Son Gotleu, después de aquella casa que compartíamos con otras familias en el Camp Redó. Mi madre iba a comprar a menudo al mercado de Pere Garau. Pues bien, no se entendía con nadie. Ni ella era capaz de entender el mallorquín ni los payeses que estaban en el marcado eran capaces de entender el castellano. De ese modo se iba agrandando la barrera entre unos y otros. La casa regional nació para ayudar a las personas que venían de Andalucía a resolver problemas, como encontrar un cobijo, o la primer casa, encontrar un colegio e incluso había una bolsa para poder ayudar a los que les iba peor a volver a su tierra. -Supongo que se refiere a tiem pos pasados... -No se crea. De eso no hace tanto. Hace tres o cuatro años vino un grupo de temporeros de Andalucía y Extremadura a trabajar en la recogida de la almendra. Les habían prometido que ganarían dinero y luego, cuando ya estuvieron aquí resultó que no ganaban ni para mantener a sus familias. Nosotros los ayudamos a volver a sus casas. Hay que tener en cuenta que el Ayuntamiento, el Govern y hasta el Consell ofrecen ayudas en estos casos, pero a estas personas les es más fácil venir a la Casa de Andalucía. Les da menos vergüenza. -Ustedes, su familia, debieron vivir aquella época tan dura en la que se marginaba a los 'forasteros'. -Mi madre se murió con la idea de que era forastera, de que aquí no la quería nadie. Ella dejó su vida aquí, trabajando en lo que podía, como mi padre. Y toda su vida soñó con volver, para quedarse, a su tierra. -¿Han mejorado las cosas? -Han mejorado. Ya le digo que fueron tiempos difíciles para todos. Hoy no hay ya ese sentimiento. El mallorquín se ha abierto, gracias a circunstancias como el turismo y ya no se encuentran personas que solo sepan hablar en mallorquín. Sí que es verdad que para algunos siempre seguiremos siendo forasteros y que nos echan la culpa de todo lo que pasa. -¿Tienen problemas en el mundo de la educación? -¡Uf! Con lo que pasa en la educación se podrían llenar cuatro páginas de su periódico. Es un problema muy gordo. Nuestros hijos están en inferioridad frente a los hijos de padres mallorquines. Nos encontramos con muchas personas que tienen problemas porque vienen a trabajar, porque son militares y guardias civiles que vienen destinados aquí y se encuentran con que en la Universidad o en la escuela todas o muchas de las clases las dan en catalán y por culpa de eso todo el curso les sale mal, porque no logran entenderlo. Se trata de un tema muy complejo al que no le veo una solución. Cada día son más las personas que hablan solo en catalán y las diferencias entre unos y otros se van agrandando. -Pero este problema ¿se da también a nivel de calle? -No. En la calle no se siente del mismo modo. La gente está más abierta. Donde tenemos más problemas en la Administración y en la Educación. Por razones políticas los gobiernos no han sabido estar a la altura y han permitido que pasen cosas que ya han tenido consecuencias en Cataluña y aquí creo que puede llegar a suceder lo mismo. -¿Usted cree que en Baleares puede llegar a suceder lo mismo que está sucediendo en Cataluña? -Sí, si no se respeta la lengua castellana, si se impone el uso del catalán. Eso llevará a una separación entre los que aunque hablamos el castellano como lengua materna aceptamos intentar hablar el mallorquín y los que solo quieren hablar el catalán. Éstos son unos radicales. Ser radical no es una cuestión de inteligencia, es cuestión de no admitir más ideas que las suyas. Por eso es malo. Y eso que la interculturalidad nos ha enseñado mucho a todos, nos ha enriquecido mucho. -¿Qué opina del modelo de enseñanza trilingüe que prepara el Govern? -Yo soy una persona abierta y soy más de aquí que nadie. He aprendido a hablar en mallorquín y me he preocupado de que mis hijos lo aprendan y aprendan el inglés. Lo que no admito es que vengan temporeros a trabajar seis meses, que luego se irán y que a lo mejor no vuelven más, y que a sus hijos en la escuela les obliguen a hablar en catalán. -¿Sigue habiendo un flujo entre Andalucía y Baleares? -Sucede que Andalucía es la primer comunidad autónoma que considera a sus desplazados como ciudadanos a todos los efectos. Las casas regionales se consideran comunidades andaluzas. Hay 380 y nuestra casa regional es la 168. Esto ha hecho que los andaluces que emigraron tengan los mismos derechos que los que viven en Andalucía, como Educación, acceso a la vivienda, etcétera. Y eso ha facilitado que muchos, sobre todo personas mayores en edad de jubilarse, hayan vuelto. Hasta hace poco había 95.000 andaluces en Baleares y en poco tiempo han vuelto unos 5.000. Sin embargo, sigue habiendo poco trabajo y son muchos los jóvenes que siguen emigrando y vienen a Mallorca en busca de trabajo. -Vamos a hablar de la feria de abril si le parece, que es donde nos encontramos y lo que es noticia en estos momentos. Esta feria ¿es algo que le gusta a todo el mundo? -Le gusta a muchísima gente, excepto a una minoría de la que prefiero no hablar. -La verdad es que en estos últimos tiempos ha habido quejas sobre que la feria estaba perdiendo su identidad, sobre que estaba siendo 'invadida' por casetas ajenas a lo andaluz, con precios muy altos y calidades cuestionables... -Le contaré la historia de la feria de abril en Palma. Nació en 1990 por iniciativa del entonces presidente de la Casa de Andalucía en Baleares, el señor Sebastián Cano, que en paz descanse. Él tuvo la idea de montar una feria con cuatro o cinco casetas, al estilo de lo que se hace en la feria de Sevilla. Se le propuso al entonces alcalde, Ramón Aguiló, y nació aquella primera feria con 8 casetas y sobre una superficie de solamente 6.000 metros cuadrados, en la que había ocho casetas, pero todo totalmente auténtica. Allí tenían sus casetas asociaciones como los Polillas (huérfanos de guardias civiles, El Portón, que era una sala de fiestas andaluza, La Alhambra, el Ayuntamiento... eran casetas de 100 metros cuadrados, con mucha alegría, con sevillanas y con rumbas. -Pues lo que hay ahora, solo por el tamaño... -Creo que se nos ha ido de las manos. Hemos pasado de seis casetas a 28, sobre una superficie de 70.000 metros cuadrados y con más de 600.000 visitantes. Es aquí donde han empezado los problemas, cuando muchas de estas casetas han perdido el espíritu andaluz. Además, los costes se han ido disparando. -¿Mucho? -Mu cho. En 1990 se pagaban 100.000 pesetas, 600 euros, por tener una caseta. Hoy hay que pagar al Ayuntamiento 7.200. Si no se tienen 18.000 euros como mínimo no se puede pensar en abrir una caseta, y eso ha disuadido a muchas familias, a asociaciones no lucrativas, que no tienen tanto dinero y ha hecho que solo se lo puedan permitir empresas de restauración y ocio importantes que viven de este negocio. Hay que pagar electricidad, agua, seguridad. Y el Ayuntamiento de Palma no pone nada, no da subvenciones de ningún tipo para los que quieren tener una caseta en la feria. -¿Muchos se han retirado? -Sí. Y otros, como los Polillas, tienen que venir tan solo un año sí y otro no. De cada vez son menos los que vienen procedentes de asociaciones no lucrativas y más los que vienen de negocios del ocio. La feria se está desvirtuando. Muchos están incumpliendo el contrato que firman, en el que se comprometen a ofrecer productos andaluces, vinos, jamón, pescaíto, quesos. Hay establecimientos a lo que si te acercas y les pides esos productos siempre te dicen que se les han acabado y se centran en ofrecer productos 'de vaso largo'. -Y ha habido quejas... -Ha sido duro. Yo soy una persona a la que le gusta hacer amigos y tengo muchos, y es duro que venga tanta gente con quejas cuando antes eran todo felicitaciones. En la Casa Regional de Andalucía en Baleares nos hemos reunido, hemos analizado las quejas y vamos a decir ¡basta! Estamos manteniendo reuniones con el Ayuntamiento y vamos a pedir subvenciones. Hasta ahora la excusa para no darlas es que no estaban previstas en los presupuestos, aunque sí lo estaban para las fiestas de San Sebastián o para la Rua. Y eso que la Feria de Abril es algo que atrae a más de 600.000 personas, cuando los andaluces son solamente 90.000. Estamos negociando con el Ayuntamiento, con el Govern e incluso vamos a hacerlo con el Consell de Mallorca para conseguir que la feria vuelva a su pureza original. -Se trataría de volver a lo andaluz, vamos. -Hay que dejar claro que no somos cuatro fanáticos que queramos una feria a costa de las arcas públicas. Es que a la gente le gusta esta feria, si no vinieran, pero vienen 600.000 personas. Y vienen porque les gusta, porque es alegre. Hay que tener en cuenta que nosotros traemos unos caldos excelentes, finos y manzanillas embotellados que tienen que ser de este mismo año para mantener todas sus cualidades. A parte de ofrecer esos productos como el jamón, el queso, el pescado, de los que ya he hablado. Pero es que de las 28 casetas que hay son muy pocas las que ofrecen eso. Muchas de las otras se limitan a ofrecer vaso largo. Además solo abren por las noches y los festivos, no abren entre semana. Son muchos los que incumplen el espíritu del contrato. -Ha habido quejas específicas sobre falta de calidad, de que se da garrafón... -Eso no sucede en las casetas que son de verdad típicamente andaluzas. Tras escuchar estas quejas e ido a visitar las casetas 'de vaso largo' y la verdad es que me extraña que den garrafón porque hoy no es tanta la difrencia de precios entre la garrafa y el embotellado. -¿En otros puntos se subvencionan estas ferias? Estas ferias se hacen toda España, pero si queremos que sea de verdad una Feria de Abril o de Primavera, al estilo de lo que se hace en Sevilla, hace falta una partida presupuestaria para dar subvenciones. En Cataluña, el Ayuntamiento de Barcelona financia el 50%, pero a la hora de contratar solo se accede a las entidades culturales sin ánimo de lucro. La Casa de Andalucía en Barcelona ejerce un control estricto. Y con ello no quiero decir que no estemos de acuerdo con la existencia de casetas específicas para los jóvenes, pero que mantengan el espíritu de la feria andaluza.
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