Hola lista;

En reciente seminario realizado en Chucuito Peru, el Hermano
Cesar Augusto Barahona ha presentado la siguiente ponencia
sobre la figura del kharisiri el mismo que me ha hecho llegar y 
paso a  todos ustedes

Jorge P Arpasi

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&
  Ponencia:  «Una nueva espiritualidad
   después del relato del Kharisiri».



CESAR AUGUSTO BARAHONA OBS



CHUCUITO PERU

2003

Introducción.-

Quisiera que ingresáramos a la siguiente exposición, considerando dos de los
aspectos que me parecen fundamentales para una probable lectura del kharisiri,
relato que para nosotros vuelve a ser uno de los motivos importantes en la
confrontación con nuestra cultura aymara.
Primero haremos un recorrido histórico durante los siglos XV y XVI valiéndonos
de documentación abundante, ésta desde ya precisa nuevos desafíos y
orientaciones alrededor del relato. Constataremos una vez más lo dolorosamente
violento, cuestionante, agresivo, y contradictorio que fue el tiempo del
incanato y de la conquista, tiempos por demás conflictuados por el 
desencuentro
de varias culturas que jamás imaginaron semejantes circunstancias. Desde aquí,
intentaremos desarrollar algunas interpretaciones que puedan iluminar mejor
nuestra exposición, considerando la figura pocas veces incluida del famoso
gobernador llamado Khari, que se constituye en el personaje central para una
nueva interpretación del tan conocido sacagrasa.
Finalmente, y como segundo aspecto, haremos un reflejo hacia lo religioso en
clave de Liberación, con el propósito no sólo de reinterpretar nuestras 
propias
teologías sino más claramente nuestras propias experiencias de Dios a la luz 
de 
los probables cuestionamientos que provengan de nuevas exégesis cosmovisivas.
Abrimos, pues, a este reflejo nuestras propias intuiciones, que pretendan 
buscar 
a partir de ahora nuevas preguntas y nuevas respuestas para una posible
reconstrucción de la vida cristiana en la Iglesia del Surandino.

1. Algo sobre la historia de los aymaras.-

Los aymaras aparecen después de la decadencia de Tiahuanaco imperial y no se
sabe exactamente sobre su origen anterior a ella. Según algunos cronistas 
españoles y documentos del siglo XVI, los aymaras vinieron del sur (Coquimbo y
Copiapó) a poblar el actual espacio aymara, comprendido desde Qillacas hasta 
Lupaqa-Chucuito y Hatun Colla. Lo que quiere decir que los aymaras se
desplazaron desde el sur hacia el norte invadiendo pueblos existentes, 
avanzando 
después hasta Cusco y Wari. Este desplazamiento aymara habría ocasionado de
alguna manera la destrucción de Tihuanaco y Wari. Lo que en la perspectiva 
lingüística confirmaría que los tihuanacotas habrían hablado el idioma puquina 
y
no el aymara. Y en efecto, hasta finales del siglo XVI, en la zona comprendida 
por el lago Titicaca y el norte de La Paz, aún se hablaba puquina
(GISBERT-ARZE-CAJIAS 1987: 136).
Cuando los aymaras ya habían consolidado su vida por la organización en 
señoríos
o estados regionales, como pudieron ser los Lupaqa, Pakaje, Qulla, Karanka y 
la 
Confederación de los Charcas, la expansión inca estaba en su fase local, su
dominio llegaba solamente hasta la zona alrededor del Cusco. Sin embargo, 
según 
Garcilazo de la Vega, a partir del cuarto inca Mayta Cápac empezó la conquista
de los aymaras. Pero esta conquista inicial no duró mucho tiempo, ya que 
después 
de todas las conquistas realizadas por la fuerza, una vez que los incas habían
retornado al Cusco los pueblos sometidos volvían a sus situación 
independiente. 
Es decir, los incas que sometieron por la fuerza a los aymaras, no pudieron
gobernarlos, y sólo más tarde con el traslado de una panaca incaica 
(descendientes del Inca, menos el Heredero) a Copacabana, lograron consolidar 
su
conquista, especialmente con los incas Túpac Yupanqui y Huayna Cápac. Pero de 
todos modos, la verdadera conquista inca comenzó con el inca Pachacútec.
Durante el gobierno de Pachacútec, en el sur del Cusco estaba la provincia 
llamada Qullasuyu o Qullaw, "tierra muy poblada", en la que gobernaba un 
cinche
llamado Chuchi Cápac o Qulla Cápac. Éste creció en autoridad y riqueza con las 
"naciones" del Qullasuyu. Los qullas le respetaban, "por lo cual se hacía
llamar" Inca Cápac. Como consecuencia de esto, Pachacútec determinó conquistar 
diplomáticamente al referido Cápac y a todas las provincias del Qullaw. Poco
después, y luego de tomar preso a Chuchi Cápac y a sus caudillos, Pachacútec 
fue 
a Hatun Qulla, donde estaba la "silla y morada" del mencionado Cápac y allí 
los
demás "le vinieron a obedecer" trayendo muchos presentes consistentes en oro, 
plata, ropas y otras cosas de valor (IBARRA 1978: 242-243). Después, su hijo
Túpac Yupanqui sometió definitivamente a los aymaras, tanto qullas como 
no-qullas (CHOQUE, HANS VAN DEN VERG, SCHIFFERS 1992: 61-64).

2. Sobre el reino de los Lupaqa y de un gobernador llamado Khari.-

Es afirmativo decir que a comienzos del siglo XVI uno de los reinos aymaras 
más
sobresalientes fue el de los Lupaqas. Por esos años el Señorío de los Lupaqas 
mantenía una serie de posesiones extraterritoriales; es decir, un control
vertical de un máximo de pisos ecológicos en la vertiente occidental de la 
cuenca del Pacífico. Se controlaba una serie de colonias en Ilo y Arica,
llegando a ejercer su influencia más allá de Cochabamba (Bolivia). 
Los Lupaqas en el siglo XVI políticamente se dividían en 2 mitades: la
parcialidad de Hanansaya (en término aymara Alasaa) cuyo gobernante mallku era 
Khari, y la parcialidad de Hurinsaya (en término aymara Maasaa) cuyo 
gobernante
mallku habría sido Kusi. Este tipo de división se derivaba de su cosmovisión.
Consideramos aquí como en La Crónica del Perú de Pedro Cieza de León (1550), 
que
Chucuito es una población antigua, gobernada por Khari y Yumalla. El mismo 
autor 
refiere en El Señorio de los Incas (2º parte, Cap. 4 y 41) que Khari saliendo
del valle de Coquimbo llegó al pueblo de Chucuito, luego se dirige a las Islas 
del Titicaca, donde combatió con mucha gente que habitaba en ella, quedando
ganador. A su regreso y previa inspección de todo el territorio Lupaqa, ordena 
construir pueblos como Acora, Ilave, Xulli (Juli), Pomata, Zepita y Yunguyo.
Otra fuente de mucha importancia es la Visita hecha a la Provincia de Chucuito 
por Garci Diez de San Miguel en 1567. En ella el visitador Garci Diez 
entrevista
a muchas personas, entre ellos a los mallkus Khari y Kusi respectivamente, 
quienes declararon ser Caciques principales de esta Provincia. Además existe 
la
entrevista al ex-mallku Pedro Cutimbo, que había sido jefe de las 
parcialidades 
antes mencionadas.
John Murra en 1964 hace un análisis de dicha "Visita", y posteriormente 
publica 
el libro Un Reino Aymara en 1567 (1968) en el que manifiesta que el reino 
Lupaqa
constituyó uno de los tantos existentes en la cuenca del Titicaca, 
consolidándose en tiempos pre-incásicos; después este reino entabló relaciones
con Tahuantinsuyo, y con la llegada de los españoles su estructura de poder se 
ve afectada, es decir, se afecta el sistema dual (ONOFRE MAMANI 1989: 33-34).
Pero precisemos más información alrededor del gobernador llamado Khari en el 
siglo XVI, desde el cual provendrán nuestras posibles interpretaciones 
aplicadas
al contenido del relato del kharisiri.
Volvemos a decir, los Caciques máximos del reino Lupaqa en el siglo XVI fueron
Khari y Kusi, quienes gobernaban las siete mitades de arriba y de abajo 
respectivamente. Según Francisco Willcacutipa, Cari (o Qhari, entendido aquí
como varón-valiente, según el glosario del Dr. José M. Farfán. Instituto de 
Lenguas Andinas. En el alfabeto quechua desde 1940, en la "Revista del Museo
Nacional" de 1945. Rey como Título de Nobleza) había sido gran señor como 
persona ante el Inca y mandaba desde el Cusco hasta Chile, es decir, todo el
Qullasuyu ("País de médicos y medicinas"). Ambos señores o reyes eran 
herederos 
de una línea antigua de caciques que se remontaba a tiempos pre-incásicos.
Y añadamos, como en el capítulo 100 de La Crónica del Perú de Pedro Cieza de 
León, que "antes que los incas reinasen, cuentan muchos indios de estos collas
que hubo en su provincia dos grandes señores, el uno tenía por nombre Zapana y 
el otro Cari (o sea, Khari en el siglo XVI), y que estos conquistaron muchos
pucares, que son sus fortalezas; y que el uno de ellos entró en la laguna del 
Titicaca, y que halló en la isla mayor que tiene aquel palude gentes blancas y
que tenían barbas, con los cuales peleó de tal manera que los pudo matar a 
todos. Y más dice: que pasado esto tuvieron grandes batallas con los canas y 
con
los canches. Y al fin de haber hecho notables cosas estos dos tiranos o 
señores 
que se habían levantado en el Collao, volvieron las armas contra sí dándose
guerra el uno al otro, procurando el amistad y favor de Wiracocha inca, el 
cual 
trató la paz en Chucuito con Cari, y tuvo tales mañas que sin guerra se hizo
señor de muchas gentes de estos collas".
Curioso entonces el hecho de que en tiempos de Pachacútec, de 1440 a 1470 
(siglo
XV) el imperio incaico empezaba a expandirse por estas regiones, desde 
Chucuito 
hasta Desaguadero. Pachacutec, en su afán de conquistar nuevos territorios y
extender su doctrina religiosa, llegó a tierras donde se encontraban los 
emperadores Lupaqa Khari y Zapana, defendiendo el territorio aymara. El Inca
llegaba en compañía de los collas Jatun y Paucar (estos últimos, rivales 
eternos 
de Khari y Zapana). Y es así como el ejército Lupaqa se preparó para lo que 
iba
a ser el cruel y sanguinario enfrentamiento entre ambos bandos: Lupaqas y 
Collas. Al encontrarse ya las dos tribus en el lugar denominado Bebedero y
puestos a entrar en combate, se presentó el ave Lully (símbolo de la paz) para 
impedir aquello que iba a ser una matanza. Al observar aquel fenómeno, ambas
tribus, decidieron poner fin a la batalla y en lugar de ello sellar la paz. 
(PORTUGAL CATACORA Revista Lully 2003: 3). Interesante darnos cuenta de que la
batalla se da en el lugar llamado Bebedero, cerca del actual Juli, y no 
precisamente en Chucuito. De donde aparecen las preguntas: ¿Khari (el Rey
Lupaqa, el Qhari) en realidad defendería al final de cuentas el territorio 
aymara propiamente Lupaqa, o ya habría sido secretamente entregado a Wiracocha
inca por sus antecesores, como vinimos diciendo más arriba?. ¿Cuál habría sido 
el secreto negocio de Khari y sus predecesores con el imperio incaico, que lo
convirtió por aquel entonces en el único efectivo aliado?.
En definitiva, la primera invasión incaica se produjo el año de 1420 con el
reinado del octavo Inca Wiracocha quien llegó al límite norte del lago 
Titicaca. 
Tuvo que confabular alianzas con los Lupaqa para poder dominar a los Collas. 
El
poderoso guerrero Pachacútec, entre 1440 y 1470, en su larga vida logró una 
mayor expansión que alcanzó casi toda Bolivia. Posteriormente Túpac Inca
Yupanqui, logró entre 1470 y 1490, en 20 años, ocupar y colonizar territorios 
hasta el río Loa en Chile y parte del norte de Argentina (PARODI ISOLABELLA
1995: 30).
Para 1533 (siglo XVI) el Cusco era tomado triunfalmente por Francisco Pizarro,
Manco Inca era coronado como monarca títere, y el imperio de los Incas había 
llegado a su fin. Y los aymaras sabedores de la lamentable derrota de Manco 
Inca
en su afán por recuperar el Cusco, sintiéndose independientes atacaron a los 
qullas como en tiempos pasados. Éstos, con el auxilio de Hernando Pizarro, los
vencieron. Pizarro subyugó a los rebeldes y pasó a Cochabamba y Charcas, 
causando estragos a su paso (LLANQUE CHANA 1990: 24-25).
Más tarde, durante la colonia nos habremos de encontrar nuevamente con el 
famoso 
personaje desde el cual intentaremos desembocar en el relato del Kharisiri. 
Nos
acercamos a la llegada de los conquistadores españoles.
La conquista española en el mundo aymara se produjo poco después de la toma 
del
Cusco. Una vez que establecieron los españoles su sede en la capital incaica, 
fue enviada a la zona aledaña del lago Titicaca una comisión de reconocimiento
conformada por dos españoles. El informante de esa comisión aún no lo 
conocemos, 
pero sobre ello nos da referencias el cronista Pedro Pizarro. Desde luego, la
conquista española era un hecho, por razones de estrategias militares y 
políticas que favorecían a los conquistadores en contraposición a la
desorientada reacción indígena. Poco después, Hernando Pizarro y Diego de 
Rojas 
comandaron una fuerza hispana, auxiliados por numerosos indígenas. En el río
Desaguadero lograron someter a los Lupaqas y Pakajes, los mismos que se 
resistieron hasta las últimas consecuencias.
No obstante, los conquistadores españoles, para sentar las bases de su 
dominación sobre las poblaciones indígenas, tuvieron que valerse de las mismas
instituciones existentes, utilizándolas en beneficio de sus intereses 
políticos 
y de la Corona de España. Desde entonces, la institución del mallkukazgo,
sucesión del gobierno de mallkus en una marka aymara, fue utilizada por el 
virrey Toledo como base para instituir el cacicazgo colonial.
En ese sentido, algunos mallkus convertidos en Caciques intentaban ampliar su 
poder político fuera de su jurisdicción (¿más poder?), delimitada por las
autoridades españolas y otros, y reclamaban el poder que tenían antes de la 
llegada de los españoles. Bartolomé Khari (por lógica, el nieto o bisnieto, 
tal
vez con 50 o 60 años de edad aproximada, y evidenciando claramente el 
apelativo 
Khari, en la forma de Rey Lupaqa o del apellido aymara; como seguramente otro
conocido Cacique cobrador de impuestos lo evidenció, Don José Gabriel 
Condorcanqui Túpac Amaru II: aquí los nombres españoles, y los apelativos
indígenas) trató de ampliar su poder en Chucuito, pretensión que no le agradó 
a 
la autoridad española, la cual, para quitar el cargo de Cacique al referido
mallku, prefirió nombrar a otro indio particular como cacique interino. Pero 
la 
gente no aceptó este cambio, respondiendo con no obedecer al Cacique recién
nombrado, porque estaban acostumbrados a "respetar y temer" a un mallku 
(SAIGNES-LOZA 1984: 184). Aquí hay que agregar que el Mallku dentro de la
cosmovisión aymara es un personaje perteneciente tanto a la ideología, al 
sistema de estructuración y a las formas de organización social, junto al
Apu-mallku que le precede y al Jilaqata que le prosigue, relacionados ellos 
con 
la altura y lo sagrado, que a su vez serían muy poco o nada accesibles, o de
mucho respeto (dioses tutelares andinos), o de jerarquía y de "adoración" con 
diversos sacrificios. Pero sin duda, los Caciques eran empleados de la Corona
española, para coadyuvar en el cobro de tributos, reclutamiento de mitayos y 
control de la población indígena sometida a la dominación de las autoridades
coloniales (CHOQUE, HANS VAN DEN VERG, SCHIFFERS 1992: 67). Bartolomé Khari, 
es 
entonces Cacique de Chucuito por los de 1610  a 1630.
Vayámonos acercando a esta altura de la exposición a lo que va a ser nuestra 
propuesta de lectura, expresando nuevos desafíos paralelos al relato del
kharisiri. Escuchemos atentamente.

3. Sobre los Kallawayas, Qullas y Kullawas en la región del Qullasuyo.-

Los españoles ya están instalados en el País de los médicos y las medicinas, 
es 
decir, en el Qullasuyu. En este contexto ellos son testigos de la presencia de
los médicos itinerantes llamados Kallawayas.
Kallawaya o Qollawayuri quiere decir "el que carga la medicina (qolla) al
hombro". Actualmente son los habitantes de habla quechua de 8 Comunidades de 
la 
Provincia Saavedra al Norte de la Paz. Los médicos itinerantes. Ellos se
desplazaban por los caminos del Incario con la misión de curar con sus 
plantas, 
y se despedían de sus esposas diciendo: "Si en tres años no he regresado a 
casa,
quiere decir que he muerto, puedes casarte con otro." 
Pero había otro grupo, que fue desplazado por los aymaras y los quechuas hasta
los sitios de la cordillera, al pie de los glaciares donde sólo hay piedras y 
paja brava. Son los Kullawa. (Aquí una arriesgada pregunta: ¿serán éstos 
quienes
corresponden exactamente a la figura mítica de los Gentiles?). Los Kullawa 
aprendieron a sobrevivir criando llamas, que pueden comer esa paja y 
comerciando
las plantas medicinales desde las selvas hasta el mar. Se convirtieron en los 
farmacéuticos itinerantes. Siguen desplazados. No se los nombra ni en la lista
de las etnias en Bolivia. Hablan quechua, aymara y castellano. Pero muchas 
veces 
si uno les pregunta si son Kullawa, dicen "no" (Jaime Zalles Asin 2003: 
Artículo
en Internet. Tarija, 9 de Abril).
Los Incas tenían su propia tradición médica y al Incario está ligada la 
cultura
Colla (Qulla, Qolla) de Bolivia que era denominada primero como el Qollasuyo o 
"País de médicos y medicinas" y luego como el Collao. Nos remitimos al libro 
del
Dr. Gerardo Fernández Juárez, para afirmar que la cultura del Qollasuyo era 
una 
cultura estrictamente medicinal (Gerardo Fernández Juárez 1999: 229 - CIPCA,
OPS/OMS 1999:  191-241). En ella los principales actores pertenecían a tres 
subgrupos:

Los Kallawaya, muy estudiados, a quienes pinta el Cronista Felipe Huamán Poma 
de
Ayala llevando las Andas del Inca Tupac Yupanki, y de quienes afirma el 
Investigador mexicano, Dr. Xavier Lozoya, que probablemente eran el grupo 
médico
más organizado de América.
Los Qulla, o habitantes del Qollasuyo, integrados al Incanato; y
Los Kullawa o farmacéuticos itinerantes, siempre marginados, obligados a vivir 
en los pedregales de la Cordillera, donde la agricultura era imposible (¿Los
Gentiles que no conocían la sal ni el ají?); nunca estudiados, quienes ni 
siquiera figuran en los actuales catálogos de las etnias bolivianas.

Louis Girault en una Conferencia en La Paz informa que los Kallawaya famosos
fueron más de 500 en el siglo XIX, cuando no pasaban de 50 en el XX. El mismo 
autor nos dijo que la Botánica Kallawaya no tenía nada que envidiar a la de
Linneo y, congruente con esa afirmación, él usa los géneros y especies 
kallawaya 
en las familias botánicas de Linneo. Y él mismo puso en la carátula de su 
libro
la foto de los 5 Kallawaya que curaron de la malaria a los segundos 
constructores del Canal de Panamá en 1914. Cuando en 1905 habían muerto los
primeros 25.000. (Louis Girault 1987).
¿Qué pasó después?. Tenemos la triste historia de que los médicos españoles no
tuvieron trabajo en estas tierras y comenzaron a llamar "brujos" a los sabios. 
Y 
recordemos que Europa los quemaba. Pero los sabios inventaron otro término
equivalente para desplazar a los médicos europeos o criollos o a cualquiera 
que 
cometiera abusos, también curas o corregidores. Les llamaron "kharisiri, khari
khari ó lik'ichiri". Esto quiere decir: el que te saca la grasa (la energía) 
desde lejos y sin dejar cicatriz. Un apelativo tan excluyente que es como una
condenación a muerte. (Jaime Zalles Asín 2003: Artículo en Internet. Tarija, 9 
de Abril). He aquí el relato del kharisiri como fenómeno de resistencia 
cultura
ante la dramática experiencia de dominación.
A los sabios del Qullasuyo los llamaron y los quemaron como brujos y ellos se
defendieron acuñando una afrenta similar para sus enemigos, les apodaron: 
"kharisiris, lik'ichiris o khari kharis" que es exactamente lo mismo: el que 
te
puede matar desde lejos, sin dejar marcas. Era como acusarse mutuamente de 
"comunistas" en el Chile de Pinochet. No había cabida para los dos en el mismo
ámbito geográfico. (Jaime Zalles Asin 2003). 
A partir de esto, partamos de las siguientes premisas; advirtiendo que de 
hecho
toda fantasía o imaginación habla siempre de una realidad escondida esperando 
ser descubierta y manifestada:

1º Premisa: Kharisiri, ó Khari Khari significan exactamente lo mismo.

El que corta, el cirujano, en términos etimológicos y más actuales.
'¡Ay! Parece que el sacamantecas le hubiera sacado la grasa'.
El carnicero español que quemaba vivos a los qullas por el sólo hecho de ser
médicos y sabios. "¡Allí vienen los degolladores!".
Un apelativo venido de "algunos" indígenas, tan insultativo y tan excluyente 
que
es como una condenación a muerte.
El que te puede matar desde lejos, sin dejar marcas (¿Los arcabuceros en el
tiempo de la conquista?).
El que te saca la grasa (la energía) desde lejos y sin dejar cicatriz.
Son los espíritus de los sacerdotes católicos muertos que durante la noche 
vagan 
por los caminos acuchillando a sus víctimas. «Quitan toda la grasa de un 
hombre
y hacen jabón con ella. Se parecen a los padres franciscanos» (Tschopik JR. 
1968:145).
Representa a los sacerdotes como individuos malévolos o inmorales, e indica el 
odio reprimido que hay entre los aymaras hacia los clérigos (Tschopik JR.
1968:145).
Saca (extrae) la grasa, el cebo de los seres humanos, haciendo un orificio muy
pequeño casi invisible a la altura del hígado o de los riñones, con el único 
objetivo en este caso de fabricarse velas para las Celebraciones Litúrgicas, o
en todo caso para hacer Óleos Sagrados.
Separan el alma del cuerpo para trabajar con seguridad, para que no se den
cuenta. El alma es guardada en una Iglesia chiquita que llevan en la mano 
(¿Santo Domingo?).
Se convierten en animales (perros, burros, conejos), para que no les 
reconozcan 
(¿Es una respuesta al proyecto de deshumanización andina en el siglo XVI?).
Cualquier persona que sabe leer y escribir (profesores, sacerdotes, agentes de 
pastoral, médicos, funcionarios de instituciones públicas, y hasta mujeres de
alto liderazgo; gente extraña), que ha sido educada por los curas o de manera 
independiente para la ejecución de ritos y oraciones especiales.
Caminan por las noches y a solas, hacen dormir a la gente con campanillas y 
oraciones misteriosas.


2º Premisa: El famoso gobernador de Chucuito durante el siglo XV y XVI es en 
realidad Khari.

Como padre o hijo;
Como Mallku de dignidad sagrada-sobrenatural.
Como Qhari designando el Título de Rey Lupaqa, Varón entre los varores. Jefe
único.
Como confabulador y sus secuaces, hacia la dominación de los Qullas durante 
los
dos siglos de dominación incaica y española.
Como apelativo junto a Bartolomé Khari;
Como Cacique empleado de la Corona española en el cobro de tributos.
Un apellido aymará según el alfabeto CALA y el alfabeto Oficial.
Aún en hipótesis, el Traidor, el Embustero, el Mentiroso, el Impostor.

Por tanto, desde esta línea de reflexión histórica, aproximadamente objetiva, 
y 
abierta totalmente a la contraparte más profesional y más entendida de los
especialistas, nos atrevemos a sostener que una posible interpretación del 
relato del Kharisiri o del Khari Khari podría hablarnos también de:

Todos aquellos y aquellas (españoles o indígenas, extranjeros o 
aymara-quechuas)
que hacen las veces de gobernadores y caciques Kharis, junto a sus secuaces, 
en 
el momento presente.
Son los traidores de la identidad aymara y quechua, que confabulan y se venden 
por el poder económico y el prestigio.
Son los mentirosos que se jactan de un supuesto poder religioso o político, y 
son cómplices o aliados de los que ya ejercen la "carrera" del Kharisirismo en
siglo XXI (¿profesores, sacerdotes, médicos, profesionales, funcionarios de 
instituciones públicas, catequistas o agentes de pastoral cercanos a la vida
consagrada y religiosa?).

Pero incluso, desde las precisiones históricas que hemos presentado, tanto el 
famoso gobernador Khari como sus seguidores vendrían a definirse entre tantos
otros términos como:

Mentirosos, porque hacen un supuesto Acuerdo de Paz en el Bebedero-Juli entre 
Qullas y Lupaqas (con el bonito adorno del pajarito de la paz llamado Lully),
habiendo hecho antes un negocio redondo de poderes en Chucuito, la capital del 
Qullasuyu en el siglo XVI.
Mentirosos, porque detrás del Título deificante del Mallku Khari, el Cacique 
Bartolomé Khari esconde el deseo de riqueza en el sucio negocio de los 
impuestos
para la Corona.
Y Traidores, porque más de una vez los Lupaqas en las personas de sus Qharis
(Reyes o Mallkus), o más propiamente en la persona de Bartolomé Khari en 
Chucuito, conspiran política o diplomáticamente contra sus hermanos de raza, 
los
Qullas (¿médicos itinerantes?), porque seguramente ellos tampoco poseían el 
alto 
desarrollo de la medicina que esos supuestos brujos y hechiceros habían 
logrado.

4. Sobre la Constante del Sueño en los relatos como el kharisiri.-

Para pasar a nuestro reflejo a lo religioso, oigamos además otros relatos y
creencias -más breves- que llevan la constante reveladora del Sueño, tal vez 
un 
poco para advertir en voz alta a nuestra pastoral surandina la necesidad de
volver a formular nuestra experiencia de Resurrección, centro de nuestra fe 
cristiana. Son relatos provenidos del contacto semanal con jóvenes chucuiteños
de 13 a 16 años. Sólo así dirigiremos un posible reflejo a lo religioso, desde 
el kharisiri.
1.«Uno no debe salir solo por las noches, debe ir acompañado. Mucho menos debe 
quedarse a dormir cerca del cerro, se puede quedar dormido donde duerme la 
loca,
y al día siguiente amanece loco y enfermo» (Informante 1).
2.«Cuando uno sale solo a caminar por las calles del pueblo, cuando el sol se
está poniendo, lo puede agarrar el sereno. El sereno tiene el sexo opuesto al 
de 
la víctima, y tiene siempre el aspecto de la persona amada que llama y atrae; 
si
la persona se aleja del sereno éste mismo la persigue hasta que se alcanzan, y 
la persona empieza a tener mucho sueño y se queda dormida. Al día siguiente,
amanece con sangre en la nariz, enferma y delirando» (Informante 2).
3.«Pasar de noche por el phuju (manantial de agua) es bien peligroso, es un
lugar malo porque el phuju lo puede jalar a uno. Y es peligroso cuando la 
gente 
durante el día se burla de ellos, o si se queda dormida cerca del phuju puede
aparecer muerta» (Informante 3).
4.«Cuando uno lleva el ganado al lago, y hay un corderito o becerrito entre el
ganado, si uno de estos pequeños se siente cansado y se duerme, el lago le 
puede 
amarrar las patas. Por eso cuando se levanta ya no puede andar. Dos o tres 
veces
me ha pasado, y he tenido que levantar mi animalito, solo ya no puede» 
(Informante 4).

Preguntamos entonces, ¿cuando sabemos que para los aymaras el hecho de dormir 
es
ya como morir de a pocos, entonces Jesús ya se despertó del sueño de la muerte 
en su Resurrección, o sigue durmiendo en la cruda realidad de nuestras propias
culturas confrontadas hoy por las nuevas formas de violencia competitivas y 
excluyentes de un sistema globalizadamente inhumano?.

5. Reflejo a lo Religioso.-

Cuando en el mundo andino alguien califica de Kharisiri a otro, lo que se 
trata
de expresar es muy posiblemente la resistencia de todo un pueblo y una raza 
reclamando aquella parte de su identidad perdida, que siglos tras siglos fue
vulnerada por los ventarrones humanos en un afán de conquista y dominación, de 
riqueza y prestigio, por qué no tan incaica como precolombina. Pero lo
característico de esta misma conquista y dominación es que lleva la firma y el 
sello final de un mundo español y romano que confirmó abiertamente su propio
proyecto para la deshumanización de la raza andina; ésta debía pagar «sus 
maldades naturales» a condición de convertirse en tristes y miserables bestias
de carga. En ese sentido, prácticamente para el mundo andino el último de los 
responsables en cercenar la parte de la identidad perdida de los quechuas y
aymaras, es probablemente el cura, el gamonal, el militar o el conquistador, 
que 
no hace 50 o 60 años atrás seguía condenando los ritos amaras al fuego eterno 
del infierno, y la relación del hombre andino con el cosmos era definido como 
magia, hechicería o brujería. Hasta no hace mucho, ésta fue la manera más 
evidente de extraerle el «sagrado cebo» a la cultura andina.
En realidad lo que se intentaría con estos relatos sería muy posiblemente 
responder de manera mítica a esa misma historia de conquista y dominación, en 
este caso, a una historia social y religiosa a veces embriagada por la 
fantasía 
de la fe y de las luchas por la sociedad perfecta, donde los fidelísimos 
agentes 
del incierto cielo o del «escalofriante» infierno de los inocentes penetraron 
alguna vez a la región andina  a través de enajenaciones e injusticias todavía 
no olvidadas. Hoy esa parte de la identidad perdida debe ser reconstituida 
urgentemente por nuestra pastoral andina. A todo este recorrido histórico le 
ha 
correspondido siempre "una sola" respuesta contundente: la que venimos 
recibiendo durante tantos años directa o indirectamente, entre errores, 
ignorancias e conveniencias escondidas para unos y profundas y reveladoras 
sabidurías populares para otros, que hoy por supuesto emergen seguramente con 
más indicios de verdad y compromiso, tanto en la denuncia como en la 
advertencia.
Como muchos otros relatos que se siguen manteniendo en el tejido profundo de 
la 
cultura andina, a través de la lectura más reciente del kharisiri se insiste 
mucho en una llamada de atención hacia todos los entornos de la vida nacional. 
Y 
más relacionado con la vida religiosa, el relato denuncia nuevamente el 
anti-testimonio dentro del compromiso cristiano a estas alturas del camino. Y 
por cierto, cuánta «redundancia» en aquellas expresiones culturales y 
cosmovisivas que tan disimuladamente han venido a abrirnos los ojos por 
terceras 
y cuartas veces, y, sin embargo, todavía hemos visto demasiado poco.
El kharisiri es, pues, para nuestra pastoral surandina el relato mediante el 
cual hoy podemos volver a decir a nuestros hermanos y hermanas quechuas y 
aymaras que no nos hemos infiltrado en la línea de los grandes gobernadores 
Kharisiristas o en el estilo diplomático de algunos que al final de cuentas 
sólo 
defienden sus propios poderes; al pueblo quechua o aymara no le hemos 
engañado, 
no nos hemos enriquecido en ningún momento con el «sagrado cebo» de la 
identidad 
andina, que nuestro deseo nunca ha sido ni será el de hacerles daño, y que 
nunca 
estuvimos ni estaremos al servicio de la mentira, de la hipocresía, del 
embuste, 
del secreto pacto con el poder, de la traición o de la maldad.
El kharisiri como en años pasados intenta decir las siguientes preguntas sobre 
todo en clave de Liberación:

¿Hasta dónde nuestro propio testimonio de cristianos se ha podido convertir en 
una verdadera irrealidad, una fantasía para los aymaras?,
¿Hasta dónde ha ido nuestra propia predicación del Evangelio, mientras todo 
aquello que decíamos sonaba a mentira y a tomada de pelo, una traición?,
¿Hasta dónde nuestra propia fe se hizo cómplice de esos segundos intereses 
escondidos en el sistema injustificable del nuevo mundo globalizado?,
¿O cuánto de Conquistador, Gobernador y dominante llevamos todavía y 
verdaderamente en nuestras catequesis y jornadas, recubriendo a veces nuestras 
propias falsas «seguridades personales»?,
¿Y la Resurrección de Jesucristo no había sido en todo caso el Fundamento de 
nuestra fe surandina, o ciertamente que Jesús entonces se quedó dormido como 
en 
los relatos de nuestros pueblos quechuas y aymaras?.

En un primer momento lo que el relato del kharisiri se atreve a reclamar es el 
urgente trabajo de la verdad sobre nosotros mismos. Un trabajo de verdadera 
humanidad. O más aún de reconstrucción humana. El mensaje de pedido, de 
reclamo, 
no se difunde por los anchos y gruesos espacios de las instituciones tiempo ya 
estructuradas y constituidas por nuestras prelaturas, sino más bien se instala 
en lo que viene a ser para nosotros el recinto interior de cada ser humano. El 
trabajo de la verdad sobre nosotros mismos advierte significativamente el 
hecho 
de aprender a convivir conscientemente con nuestros propios dones y virtudes, 
carencias y debilidades, aciertos y desaciertos, luces y sombras, experiencias 
de Dios y contradicciones humanas, deteniéndonos sobre todo en el grado de 
autoconciencia que pueda surgir en nosotros durante nuestra reflexión, 
meditación y contemplación sobre la persona humana.
En un segundo momento, luego de habernos ejercitado en el oficio de la verdad 
interior, donde la enfermedad y la salud han aprendido a convivir, nos hacemos 
responsables de la misión que se proyecta hacia los que nos rodean. Entonces 
un 
probable proyecto de espiritualidad se transformaría en el esfuerzo por abrir 
"todas las puertas" que puedan abrirse desde el corazón y la mente de cada uno 
de nosotros, acogiendo paulatinamente las necesidades de Aquellos que también 
poseen su propia verdad interior y no la encuentran. 
En esta Iglesia del surandino el reflejo hacia lo religioso habla más de una 
toma de conciencia sobre la comunidad cristiana surandina de los 
destinatarios. 
De alguna manera ellos también son los Novicios de la larga experiencia de la 
vida humana, y piden por un acompañamiento y una escucha donde Jesucristo no 
sea 
necesariamente el Líder más convocado sino siempre el acompañante de esta 
misma 
escucha de este mismo acompañamiento.
Desde estas líneas podríamos estar aportando entonces a un proyecto de 
espiritualidad cristiana que se refiera más al nivel de escucha y 
acompañamiento 
personal sobre nosotros mismos, abriendo mayores espacios a la escucha y al 
acompañamiento de los otros, de quienes también podamos esperar ser escuchados 
y 
acompañados en un sentido de reciprocidad y solidaridad compartidas. Es un 
ejercicio de continuidad responsable y de revisión personal y comunitaria, una 
manera de re-evangelizar al pueblo quechua y aymara con la paz, con la verdad 
y 
con la justicia.
El relato del kharisiri quiere que escuchemos la voz de todos aquellos seres 
humanos que hoy afirman por medio de cuentos y mitos que nuestro propio 
testimonio y compromiso de cristianos ha sido de alguna forma «una traición, 
una 
mentira», un embuste, una falsedad... Y es justamente el momento para no 
dejarlos solos, el momento para acompañarlos y para hacernos ver mutuamente 
que 
detrás de cada cosa que decimos o hacemos hay siempre una posibilidad para 
llegar a la incoherencia y al engaño, pero también por supuesto para llegar a 
la 
verdad sobre nosotros mismos, para llegar a la verdad sobre los otros, a la 
verdad por fin de una experiencia de Resucitados donde realmente lo humano y 
lo 
divino han aprendido a convivir en una constante revelación: es decir, 
llegando 
a ser cada vez más verdaderos seres humanos en vías de ser otros verdaderos 
Cristos, más allá de las corrientes y las ideologías encerradoras de Dios.
Ciertamente, han habido muchos pactos y felices contratos con el Occidente. Y 
tal vez tengamos que entrar en confrontación dialogada con los antiguos 
Faraones 
de la vida humana que de "manera suavecita" hemos colocado en el trono y que 
nos 
han traicionado o comprado tantas veces (ARNOLD 1998: 89). Nos costará -estoy 
seguro- admitir que dentro de nuestros propios hermanos de raza existieron y 
existen aún diversas modalidades de kharisiris que siguen pactando con esos 
verdaderos enemigos que viven tanto fuera como dentro de nosotros mismos.
Aquella llamada de atención precisa entonces lo siguiente: «No les 
traicionemos 
más a los indígenas de estas zonas, no les digamos más mentiras, ellos nos 
señalan con el dedo porque somos a veces demasiado mentirosos, demasiado 
degolladores».
Es urgente identificarnos con las víctimas de estos abusos, de estos engaños, 
de 
estos crímenes de lesa humanidad; sentir con el otro, sentir con el que sufre 
estos tipos de experiencias, hoy debe ser  nuestro afán. Y todavía más allá. 
Debemos tomar conciencia de que verdaderamente toda carne lastimada es la 
propia 
carne de Dios, es la propia carne de Jesús de Nazaret.
Para concluir. Nosotros, misioneros y contemplativos, jamás conseguiremos nada 
si no vamos hacia ellos y ellas para hablarles no de lo mucho que hemos leído 
en 
los libros, sino para comunicarles la aventura, el riesgo y la libertad de 
nuestra propia experiencia religiosa en el Espíritu, la oportunidad de nuestra 
propia experiencia de Dios acompañando y escuchando a los que lo necesitan. 
Nuestro pueblo quechua y aymara no desea saber algo sobre Dios o conocer en 
qué 
se funda una u otra teología. Lo que desea la cultura andina (como todas las 
culturas lo desean) es buscar a Dios hasta encontrarlo, en la verdad, en la 
justicia, en el amor. Hasta aquí, lo que yo también deseaba compartirles.




HNO. CÉSAR AUGUSTO BARAHONA. O.S.B.









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