Saludos cordiales, colegas...
 
Me gustaría, en el seno de este pequeño debate, plantear algunas ideas que se 
llevan discutiendo en las listas latinoamericanas de bibliotecología desde hace 
varios años.
a.- El nombre
Por lo que se ve, el nombre puede llegar a ser importante en una sociedad en la 
cual, hagas lo que hagas, las etiquetas cuentan y pesan (demasiado, para mi 
gusto). Parece ser que no es lo mismo ser "sepulturero" que "especialista en la 
gestión de restos humanos". El sueldo difiere, la opinión pública también. El 
tema de fondo, sin embargo, no está en la forma, sino en el contenido. Llevo 
viendo una preocupación indisimulada por las formas, y una pauperización de los 
contenidos. Una negligencia profunda en estos últimos, a decir verdad. Muchos 
se plantean: "¿Cómo nos debemos llamar para ser mejor considerados?". Pocos se 
cuestionan: "¿Qué NO estamos haciendo para que los estereotipos sobre la 
profesión se perpetúen? ¿Dónde fallamos?".
Personalmente opino que fuimos, somos y seremos intermediarios, y mientras no 
hagamos notar el papel que jugamos en esa mediación (con el valor añadido que 
agregamos o deberíamos agregar al proceso), nada cambiará. Seguiremos siendo 
vistos como prescindibles burócratas automatizados (e informatizados, en 
algunos casos). Es de entender que sean muchos los colegas que se sientan 
"humillados" al ser catalogados como "bibliotecarios" (por los consabidos 
estereotipos asociados). Creo, sin embargo, que es más preocupante que sean 
pocos los colegas que se sientan (y se sepan) verdaderos "gestores de 
información". Eso va más allá de la opinión del público: es la visión que 
tenemos de nosotros mismos. Y en este sentido, no bastará con empenacharse como 
pavos reales o con cambiar de nombre para dejar de sentirnos como nos sentimos. 
No bastará con apoyar nuestra imprescindibilidad en estadísticas, números y 
figuras, ni en ocultarnos bajo
 etiquetas o seudo-denominaciones científico-académicas. Es 
preciso asumir nuestro rol (mediadores culturales, gestores de información, o 
el que sea) y jugarlo de verdad, mostrar lo que somos, lo que hacemos, nuestra 
importancia, la necesidad de nuestros servicios (porque eso hacemos: prestamos 
un servicio). Creo que, en este sentido, seguimos dando vueltas en la 
superficie sin atrevernos a bucear en las profundidades y solucionar el asunto 
de raíz: trabajemos donde trabajemos, lo hagamos como lo hagamos y tengamos la 
formación que tengamos, todos somos gestores de información. Ahí está nuestra 
importancia. El punto es: ¿nos educan para ser ESO? ¿Estamos preparados para 
desempeñar ese rol? ¿Somos conscientes de TODO lo que implica esa posición 
nuestra?
El nombre es lo de menos (aunque con el tema del sueldo que comentó Catuxa, 
quizás no lo sea tanto, pero...). Somos herederos de una tradicional 
centenaria: la palabra "bibliotecario" tiene una historia de generaciones a 
nuestras espaldas. Quizás no sea menester cambiarla, sino dotarla de un nuevo 
valor ante nuestros usuarios/clientes/patrones. Otras profesiones ya lo han 
hecho sin cambiar su denominación (médicos, abogados, ingenieros...). ¿Tal vez 
nosotros todavía no tenemos claro qué es lo que hacemos, por qué, para quién, 
para qué, cómo...? ¿Tal vez somos nosotros los que nos anclamos en un papel (e 
intentamos cubrirlo de brillos de "digitalidad") y no sabemos ver las 
magníficas oportunidades que tiene nuestra profesión?
b.- El "nuevo" bibliotecario
Llevo encontrándome, desde un tiempo a esta parte, con muchos colegas que 
señalan la migración imparable de la biblioteca hacia su modelo digital. Resido 
desde hace un año en España (aunque vivo a caballo entre las dos orillas) y 
aquí el discurso biblioteconómico está mucho más impregnado del tema digital 
que en América Latina (aunque allá no escasea, por cierto). Me da la sensación 
de que muchos colegas viven planteándose: "¿Cuál es el camino para no quedarnos 
atrás con la emergencia de nuevas tecnologías?". Empero, muchos menos analizan: 
"¿Cuáles son las verdaderas necesidades y posibilidades de nuestros usuarios 
potenciales?" (y recuérdese que cuando hablamos de "bibliotecas" nos 
referimos a un amplio mundo con muy diversos contextos socio-económicos y 
culturales, con distintas capacidades de acceso a las TICs, con necesidades 
diferentes y con modelos de bibliotecas como las populares, las públicas, las 
escolares y las
 rurales, abismalmente distantes del modelo estándar de biblioteca 
universitaria, organizacionel o estatal).
En fin, que a lo largo de los años he visto como la profesión se ha visto cada 
vez más cautiva por los avances de la tecnología (una mera herramientas más de 
nuestro servicio...), por las etiquetas, los estándares y las estadísticas, y 
cada vez menos preocupada por el rol social de la biblioteca, por la educación 
de los bibliotecarios, por las posibilidades (TODAS las posibilidades) futuras, 
por el desarrollo sostenible de la profesión (sin hipotecar nuestro futuro por 
querer llegar más rápido a él)... Veo como el foco de atención de la 
bibliotecología internacional (incluyendo la educación bibliotecaria) se ha 
puesto en la información digital, cuando en una gran parte del planeta 
(incluyendo la sierra de Madrid, desde donde escribo ahora mismo) esa 
información no interesa, o no es importante, o ni siquiera es accesible. Veo 
como el "soporte celulósico" es cuasi-vilipendiado en favor de lo digital.
En fin... Me da la sensación de que, para dejar atrás los estereotipos 
decimonónicos que nos espantan, nos estamos montando a lomos de una bestia que 
no sabemos dominar (¿o estamos mordiendo la zanahoria de grandes 
monopolios internacionales?), estamos arrastrando con nosotros a cientos de 
usuarios (los que pueden seguirnos) y estamos dejando atrás a muchas "víctimas 
colaterales" que no pueden seguirnos, y que a lo mejor ni siquiera querían 
hacer tal cosa, y a las que, de alguna forma, dejamos de prestar atención. Creo 
que estamos olvidando modelos de biblioteca que antes mencioné (las populares / 
públicas, p.e., base de nuestra profesión y trinchera de la lectura), que 
estamos desatendiendo tareas de promoción de lecto-escritura y alfabetización y 
que nos estamos concentrando demasiado en ciertas técnicas. Y al hacer todo 
esto, estamos intentando despojarnos de la etiqueta "bibliotecario" (por 
tenerla asociada al papel, a la
 estantería, al catálogo de fichas) y ponernos un nuevo "traje de luces".
Sin embargo, he aprendido por propia experiencia que los cambios muy rápidos no 
traen nada bueno. Las cosas seguirán su curso: las tecnologías digitales son 
una herramienta más dentro de nuestro repertorio, y debemos aprender a usarlas 
sin olvidar que, en definitiva, nuestra labor debe centrarse en el servicio que 
prestamos, y en las herramientas que usamos para prestarlo. Y que, si el 
servicio es bueno, como decía arriba, el nombre que tengamos será lo de menos: 
la consideración que nos ganaremos por parte de nuestros usuarios/clientes será 
lo principal. Si seguimos bailando al son que nos tocan y vistiéndonos de lo 
que nos dicen que "mola más", termianremos haciendol o que otros quieren que 
hagamos y sin tener idea de donde estamos parados, quiénes somos y qué es lo 
que hacemos.
 
En fin: creo que el futuro de nuestra profesión está en ser fieles a nuestras 
raíces, a esos colegas que permitieron que el saber universal llegara hoy a 
nuestras manos. Siempre habrá colegas "burócratas" (igual que entre los médicos 
hay "matasanos"). Lo importante es que los bibliotecarios estemos atentos al 
futuro digital sin dejar de cerrar las brechas actuales y tapar los numerosos 
agujeros que, en todo el mundo (no sólo el euro-americano: hay más universo 
fuera de sus fronteras) abundan por doquier. Que sigamos aprendiendo y 
educándonos (y no sólo en el diseño de bibliotecas digitales, tema estrella de 
los másters y doctorados europeos). Y que jamás dejemos de mirar más allá de 
nuestras estanterías: a la comunidad que nos rodea, que es nuestra razón de 
ser. Porque sin usuarios, lo que nosotros hacemos no tendría sentido. Y porque, 
para muchos de esos usuarios, el bibliotecario no es un ser amargado y 
silencioso, sino el individuo
 que les recomienda buena lectura para sus ratos de ocio, o les proporciona 
recursos de investigación, o les abre el camino hacia nuevos horizontes con tal 
o cual libro.
Un abrazo, y mil disculpas por la extensión del mensaje.
Desde la sierra norte de Madrid...
 
Edgardo Civallero


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