Colext/Macondo
Cantina virtual de los COLombianos en el EXTerior
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De A.C. (¡gracias Coreya!)

 La guerra la está ganando, como era previsible y
 fue previsto, la barbarie. La barbarie de los
 civilizados
 Por: Antonio Caballero

  Nada que cae el malvado Osama Ben Laden, por cuya
  cabeza, vivo o muerto, ofrece el gobierno norteamericano 25
  millones de dólares (una miseria). Pero en cambio sus
  protectores talibanes de Afganistán están siendo
  minuciosamente exterminados sin respeto ninguno por las
  leyes de la guerra: las tropas norteamericanas, ha dicho el
  secretario de Defensa Rumsfeld, no pueden tomar
  prisioneros; y sus aliados locales de la Alianza del Norte han
 anunciado que no piensan tomarlos. Y sus posibles cómplices
   en otros países van a ser juzgados por tribunales
  norteamericanos sumarísimos, sin garantías procesales, y de
 antemano condenados a muerte: hasta la España de Aznar
  (pero no la Inglaterra de Blair), en un inesperado sobresalto
  de dignidad, ha anunciado que en tales condiciones no
 entregará a la horca a sus detenidos de Al Qaeda. Y es que la
  guerra proclamada por el presidente George W. Bush "entre
  la civilización y la barbarie" la está ganando, como era
 previsible y fue previsto (inclusive por mí), la barbarie. La
  barbarie de los civilizados, que para derrotar a los bárbaros
  abandonan los fundamentos de la civilización en cuyo
  nombre luchan. Los principios del derecho, heredados de
  Roma; el humanismo conquistado por la Italia del
  Renacimiento; la libertad de conciencia ganada a sangre por
  el protestantismo; las libertades proclamadas por la
  Revolución Americana de 1776; los derechos humanos
  impuestos por la Revolución Francesa de 1789.

 Pero la aniquilación física de Afganistán, y la eliminación de
 las conquistas de 30 siglos de civilización occidental, aún no
 son suficientes. Desde lo alto de su caballo ("¡arre, Plata!")
  Bush anuncia que ahora le toca el turno a todos los demás
  rebeldes contra el Imperio. Primero a Saddam Hussein, el
  dictador de Irak. Luego a Muamar Gadafi, el de Libia.
  Luego, ya se verá. "Será una guerra larga", advierte el
  secretario Rumsfeld. (Una guerra, claro está, en defensa
  propia. Ya señaló Spengler hace siglo y medio que todos los
 imperios de la historia han sometido al mundo "en defensa
 propia").

  ¿Y Colombia qué? Hay quien se inquieta aquí, hay quien se
  ilusiona: a nosotros también nos toca el turno. Al fin y al
  cabo la embajadora norteamericana ladra a cada rato, y
 tanto las Farc como el ELN, y como las AUC financiadas por
 la derecha pronorteamericana, han sido declaradas
 "terroristas" por el gobierno de los Estados Unidos. Así que
 unos esperan, y otros temen, que también Colombia sea
 invadida (o, más bien, bombardeada). Bombardeado el
 Caguán, donde vive Tirofijo; el sur de Bolívar, donde está el
  Coce del ELN; Montería, donde queda la casa de los padres
  del Mono Mancuso; Bucaramanga, donde se refugian los
  parientes de Gabino que todavía no han sido asesinados; el
  Palacio de Nariño en Bogotá, donde a veces, entre viaje y
  viaje, pernoctan Nohra, los niños y yo, culpables de proteger
  terroristas de las Farc, de las AUC, y quizá también del ELN
  (para no mencionar a los inmencionables, porque son "de los
  buenos", terroristas de Estado de los servicios secretos del
 Ejército adiestrados por la CIA).

   Y sí, teóricamente, Colombia es un objetivo ideal en la
  guerra global contra el terrorismo. Aquí no habría muerto
  malo, ni se perdería cohetazo. Si nos echan encima los B-52
  de bombardeo de alfombra a soltar indiscriminadamente
  artefactos incendiarios de 5.000 kilos, todo muerto sería un
  terrorista muerto: una muesca en la cacha de marfil de
  George W. Bush, cazador de recompensas del Salvaje Oeste
  Norteamericano. Colombia es un bombón, en teoría.

  Sin embargo, no creo que este país figure en la lista de los
  que hay que bombardear, pese a las declaraciones de la
  engalladita embajadora (que si las creyera ella misma se
  habría ido ya a Panamá, por lo menos). Colombia no vale lo
  que cuesta. No merece el gasto de esas bombas de racimo
  que la industria militar norteamericana le vende al
  Pentágono por dos millones de dólares la pieza, ni mucho
  menos un voleo de tomahawks, o catfighters, o dogosters o
  startrokkers, o eaglepounders o bearhunters o tigerkillers o
  childbangers o como se llamen esos cohetes que se lanzan
  desde 2.000 kilómetros y van a caer, más o menos, en el
 patio de la casa de alguien designado por satélite por un
  general en Washington. Un día de ataques aéreos en el Asia
  Central cuesta tanto como un año de Plan Colombia. Y este
  es a crédito, y lo pagamos nosotros.

  De manera que no. Colombia no vale lo que cuesta. Ni
 produce petróleo, como Irak o Libia; ni exporta terrorismo,
 como Afganistán o el Sudán; y en lo que a la droga se refiere
 se destruye a sí misma sin necesidad de inversiones
 norteamericanas, que sólo están ahí en el extremo opuesto:
 el de las cuentas de beneficios. De manera que no. Colombia
 es solamente, en esta tragedia mundial, una "víctima
 colateral": como esos niños afganos recién amputados de la
 dos piernas por la explosión de una mina antipersonal
 vendida por los Estados Unidos a quienes, en el hospital
 improvisado de la Cruz Roja, los remata por error una
 bomba arrojada por un B-52 norteamericano que buscaba la
 caverna de Ben Laden y sus 40 ladrones.
...
http://semana.terra.com.co/1021/ZZZL1QDHFUC.asp


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    cortesia de Anibal Monsalve Salazar

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