*El buscador que era algo más*

Por *José Antonio Millán*, *Libros y bitios. *Miembro del *Grupo ThinkEPI*.



Durante muchos años hemos estado utilizando Google, hasta tal extremo que ya
formaba parte de nosotros: eran las antenas con las que palpábamos el
universo, desde el circundante hasta el remoto. Su fiabilidad global ¾no
tanto en la ordenación de los resultados, como en el hecho de que nos
llevara a apariciones de lo que buscábamos, dondequiera que se
encontraran¾lo convertía en una herramienta realmente útil, y no sólo
para fines de
búsqueda estricta. Por ejemplo, los estudios sobre presencia de lenguas en
las redes hacían uso de la consulta de Google, convertido entonces en una
auténtica "base de datos" de ocurrencias de términos. Es sabido cómo,
utilizando la metodología de buscar términos exclusivos de una lengua,
Funredes trazó un mapa de la presencia relativa de las lenguas neolatinas en
relación con el inglés, en los primeros años de la pasada década.



Hacia el 2007, sin embargo, los datos del buscador empezaron a presentar
discrepancias. Las mismas consultas, hechas por distintas personas en
diferentes lugares, daban distintos resultados. La diferencia concernía no
sólo a la ordenación de las repuestas, sino también (y sobre todo) a la
cantidad de resultados y a su procedencia. Todo parecía indicar que se
estaban utilizando para la ponderación y quizás para la misma configuración
del universo de búsqueda: a) anteriores consultas del usuario, posiblemente
con análisis de qué resultados del buscador le habían llevado a un clic, y
b) el entorno geográfico desde donde se hacía la consulta. Además, y como el
conjunto de servicios de Google ya afecta prácticamente todas las
dimensiones de la acción personal (desde búsquedas y visionado de vídeos, a
correo, búsqueda en libros y mapas, y suscripción a RSS), la suma de
experiencias que puede tener en cuenta la respuesta a una simple pregunta en
el buscador es enorme. Como resultado de todo esto, Google apuntaba cada vez
más al entorno inmediato del usuario.



La razón parece clara: al buscar la optimización del sistema de anuncios que
acompañan a los resultados, todo sesgo hacia accesos, bienes y servicios
próximos al usuario podía estar acompañado más eficazmente por la propia
publicidad de éstos. Y además, y quizás para una amplia base de usuarios,
realmente el servicio del buscador estaba siendo "mejor", en el sentido de
que llevaba a resultados más directamente relacionados con su entorno. Así,
ante la consulta de un nombre propio sin más identificación, Google puede
proponer (muchas veces, insistamos, acertadamente) una calle con ese nombre
en la ciudad desde la que se ha preguntado.



La expansión semántica y morfológica de las consultas hace también que el
universo de respuestas se expanda... no siempre en la dirección que uno
desearía. Un nombre propio inusual se puede interpretar como la variante mal
escrita de otro que el buscador supone más verosímil, dado nuestro historial
y localización. Una palabra en una lengua extranjera puede correr idéntica
suerte. Y la cuestión es que ni siquiera echando mano de la "búsqueda
avanzada" y utilizando todo tipo de restricciones podemos estar seguros de
que se va a respetar la literalidad de nuestra consulta, y no podremos
obtener lo que Google nos daba hace no demasiado tiempo...



El problema ¾ya lo estamos viendo¾ se plantea básicamente para las personas
que hacemos uso de Google para un fin para el que quizá no estaba destinado,
pidiéndole un servicio de cobertura universal de apariciones en la Web.
¡Pero es que este servicio hubo una época en que lo prestó! Y, hasta donde
se me alcanza, no tiene un sustituto claro...

Quienes hemos utilizado Google para rastrear piezas de bibliografía arcana,
que al final hemos detectado en el sitio de una universidad checa o en una
página personal americana, quienes hemos usado el buscador a la pesca de
neologismos en las lenguas, o de usos creativos o paródicos de las palabras,
estamos privados en gran medida de lo que teníamos. Y pienso que muchos
usuarios menos especializados están también privados de algo muy importante:
la posibilidad de toparse con algo que no buscaban, lo que se conoce
como *serendipia.
*Este servicio de búsqueda que se ha trocado de golpe en algo más local y
provinciano creo que, entre otras cosas, le hace un flaco servicio a la
extensa comunidad de hispanohablantes, con su enorme dispersión geográfica,
que había confiado (tal vez ingenuamente) en la posibilidad de que el común
digital, y las herramientas que lo servían, fuera un elemento que
favoreciera la mutua interrelación y comprensión.



*José Antonio Millán** *

*http://jamillan.com/librosybitios/*

*Miembro del Grupo ThinkEPI*

*http://thinkepi.net*


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Los archivos de IWETEL  pueden ser consultados en: 
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