Una lectura interesante!
EL ORIGEN DE LA MENTE HUMANA por Juan Luis Arsuaga
Ian TATTERSALL Hacia el ser humano. La singularidad del hombre y la evolución
Trad. de Joan Solé Península. Barcelona 286 págs. 2.500 ptas.
Steven Mithen Arqueología de la mente Orígenes del arte, de la religión Y de la
ciencia
Trad. (le Mª José Aubet Crítica. Barcelona 336 págs. 3.365 ptas.
A estas alturas del milenio todavía es muy poco lo que sabemos acerca de cómo funciona
nuestra propia mentes no parece que la ciencia haya llegado más lejos que la filosofía
en este terreno. Mientras que para las eternas preguntas filosóficas de quiénes somos
y de dónde venimos la ciencia ha encontrado respuestas convincentes en la teoría de la
evolución biológica, el origen de la mente humana aún permanece misterioso Somos unos
primates muy próximos a los chimpancés, de los que nos separa poco más del uno por
ciento de nuestros genes, y venimos, ellos y de un antepasado común que vivió en
África hace cinco o seis millones de años. Es probable que las diferencias cognitivas
entre nosotros y los chimpancés, o entre nosotros y nuestro ancestro común con ellos,
no se deban en realidad a muchos más de cincuenta genes. La pregunta de hacia dónde
vamos no tiene contestación, pero al menos hemos descubierto por qué: el futuro de la
evolución no está escrito, es decir que no nos dirig!
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imos hacia ningún lugar predeterminado y nuestro destino depende también, en gran par
te de nosotros mismos.
Así las cosas, parece que en cierto modo se han visto defraudadas las esperanzas de
entender la mente humana que albergaba Charles Darwin, formuladas en la primera
edición (la de 1859) de su famoso libro El origen de las especies, allí puede leerse
el siguiente pronóstico: «La psicología encontrará una nueva base. la de la necesaria
adquisición gradual de cada fa y capacidad mental. Se arrojará luz Sobre el origen de¡
hombre y su historia » !en posteriores ediciones Darwin cambió luz por mucha luz Si
nuestra mente e,, un producto de la evolución, como el resto de nuestro ser, parece
acertado buscar en nuestro pasado la explicación de la naturaleza específicamente
humana, de lo que es más propio del hombre. Además, muchas veces el funcionamiento de
las cosas se entiende mejor cuando se descubre cómo se han formado, y la mente no
tendría por qué ser una excepción.
A esta tarea se aplican, independientemente, estos dos libros publicados en inglés en
1996 (el de Steven Mithen y 1998 (el de lan Tattersall), y ambos en español en 1998;
ambas obras están escritas por investigadores que trabajan en disciplinas históricas:
un arqueólogo (Steven Mithen) y un paleoantropólogo (lan Tattersall En gran medida, y
un poco sorprendentemente, Mithen y Tattersall han llegado. desde tan diferentes
puntos de partida (y sin haberse influido mutuamente, porque no se citan el uno al
otro). a conclusiones bastante compatibles entre sí.
Tattersall va directamente a la raíz histórica de¡ problema: si Darwin estaba seguro
de que el origen de la mente humana estaba en la evolución biológica, Alfred Russel
Wallace no lo veía así. Y Wallace no era un creacionista cerril, un feroz enemigo de
todo lo que Darwin representaba, sino el codescubridor, junto con el propio Darwin de
la teoría de la evolución por medio de la selección natural. A pesar de ello, Wallace
creía que la mente humana estaba ahí porque la había puesto directamente Dios,
creándola exclusivamente para el ser humano: un regalo divino, no un producto de la
evolución orgánica. Ningún animal por muy pariente cercano que fuera., podría tener ni
siquiera un poco de mente/alma, ya que se trata de una cuestión de todo o nada:
nosotros (los humanos) lo tenemos todo y ellos (los animales no tienen nada. Ni
Wallace ni Darwin conocían entonces cómo se había desarrollado la evolución humana ni
cuántas especies de homínidos habían existido desde que el destino de!
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l hombre se separó del destino del chimpancé, pero hoy Wallace pensaría, seguramente,
que la única especie de homínido con alma ha sido la nuestra: ni los neandertales ni
nuestros antepasados de especies anteriores la habrían recibido.
Las posturas de Darwin y de Wallace parecen irreconciliables, y en sentido estricto lo
son, porque el segundo se sitúa fuera del terreno de la ciencia al aceptar una
solución sobrenatural para el problema de la naturaleza de la mente humana y de su
origen (siguiendo con el juego de palabras, la mente humana no sería, para Wallace,
natural Sin embargo, Tattersall un reconocido especialista mundial en teorías
evolucionistas. cree encontrar un punto de encuentro entre los dos genios en el campo
de la teoría de sistemas. Esta teoría predica que las propiedades de un sistema,
definido como un conjunto de elementos interrelacionados, dependen en gran medida de
cómo interactúen los diferentes elementos entre sí. Llevada al terreno de la mente
humana, la teoría de sistemas diría que por más que los cerebros de los chimpancés y
de los humanos se parezcan morfológicamente y estructuralmente (como no podían dejar
de hacerlo dado el gran parentesco que existe entre las dos especies), sus !
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propiedades son muy diferentes porque sus elementos constituyentes no están
organizados del mismo modo.
Ni un chimpancé ni tampoco un homínido fósil podrían considerarse nunca pequeños seres
humanos, versiones imperfectas de nosotros mismos más o menos disminuidas en sus
capacidades mentales, sino, por el contrario, algo completa y radicalmente diferente.
El pensamiento humano nació, literalmente, cuando a algún antepasado nuestro (un Adán
o una Eva «se le cruzaron los cables» y aparecieron conexiones nuevas entre circuitos
preexistentes. U teoría de sistemas es lo contrario de] reduccionismo, que trata de
explicar las propiedades de un sistema a partir de las de sus elementos; por eso la
teoría de sistemas tiene tantos partidarios entre los biólogos que estudian organismos
o comunidades (que a su vez forman parte de los ecosistemas y tan pocos seguidores
entre los bioquímicos
Parece inverosímil, de todas formas, que haya algún modo de reorganizar las partes del
cerebro de un chimpancé para producir algo remotamente parecido a la mente humana,
aunque sea en grado menor, luego tiene que haber algo más. lan Tattersall cree que los
elementos de la mente de los homínidos que fueron nuestros antepasados (o al menos
algunos de esos elementos) se desarrollaron antes de recombinarse para hacer posible
el pensamiento Para empezar, el cerebro en su conjunto creció espectacularmente en
volumen (se multiplicó más de tres veces desde el primer homínido hasta nosotros sin
que por ello el instinto diera paso a la consciencia (Tattersall prefiere utilizar la
expresión «capacidad humana para referirse a nuestra inteligencia). También, y de
forma independiente, apareció el instrumento fisiológico que permite producir el
lenguaje articulado aunque éste no surgiera aún porque al aparato fonador no le
llegaban las órdenes necesarias desde el cerebro.
Por fijamos en una forma humana fósil muy conocida, los neandertales tenían un
promedio cerebral mayor que el nuestro, y probablemente ciertas facultades para
producir los sonidos necesarios para articular alguna forma de lenguaje pero. según
Tattersall les faltaron las conexiones necesarias en el cerebro para pensar y hablar.
Incluso nuestros antepasados directos y cercanos, los «protocromañones» que vivieron
hace 100.000 años en Israel y eran físicamente casi como usted y como yo, carecían de
nuestra «capacidad», porque aún las piezas del rompecabezas no habían encajado o si se
prefiere. componían otro rompecabezas diferente). Cuando todos los volantes y ruedas
de la maquinaria cerebral acertaron a engranar, entonces el complicado reloj mental se
puso en marcha. Y surgió. como un prodigio de la naturaleza, inesperado pero sin
embargo viable, una nueva maravilla de la evolución, En realidad. para Tattersall,
sólo una maravilla más entre otras muchas, porque así es como 61 cre!
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e que han aparecido todas las grandes novedades biológicas: por evolución, desde
luego, y, como decía Darwin sin intervención divina, pero no paso a paso y de forma
gradual, sino bruscamente y de una sola vez, o sea, tal Y como lo imaginaba Wallace
Dicho esto, Tattersall no parece capaz de establecer claramente cuáles son esos
elementos cerebrales que interaccionan de forma diferente en el hombre y en el
chimpancé. pero Steven Mithen sí cree conocerlos. Para él, en la evolución de la mente
humana hubo primero una etapa, similar a aquella en la que se encuentran los
chimpancés actuales, en la que dominaba una "inteligencia general». En una fase
posterior se desarrollaron una serie de módulos mentales», que funcionaban como si
fueran «órganos mentales» independientes y especializados en funciones diferentes: un
«módulo de historia natural» (una especie de biología intuitiva) para relacionarse con
los otros seres vivos, un «módulo social» (psicología intuitiva) para Relacionarse con
los otros miembros del mismo grupo, y un «módulo» para entender las propiedades
físicas de los objetos (física intuitiva), que dio lugar a un «módulo para la
tecnología de la piedra». En esta segunda fase los diferentes módulos (las diferentes
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inteligencias») eran independientes entre sí, y no estaban comunicados
Steven Mithen piensa que el lenguaje surgió entonces como un instrumento al servicio
exclusivamente de la comunicación social, y no transmitía ningún otro tipo de
información. También cree que la consciencia de uno mismo (la autoconsciencia)
apareció en ese dominio de las relaciones sociales, mientras que las demás actividades
(no sociales), como por ejemplo tallar la piedra o cazar, serían automáticas. La mente
humana moderna no se manifestó hasta que, en una tercera y última fase, se abrieron
ventanas y puertas en los muros que mantenían aislados las diferentes «inteligencias»,
Así surgió, únicamente en nuestra especie, una «fluidez cognitiva que ponía en
comunicación la «inteligencia general» con las diferentes inteligencias
especializadas.
Steven Mithen tiene una concepción modular de la mente humana que se opone a la idea
de una mente homogénea que funciona como un todo. Aunque no se plantea tan claramente
el terna de la arquitectura de la mente humana, la aplicación de la teoría de sistemas
que realiza lan Tattersall exige también un modelo modular de la mente. No todos los
autores coinciden en esta idea, sin embargo, ni tampoco los partidarios de la mente
modular se ponen de acuerdo en cuáles sean los módulos fundamentales. El lingüista
Noam Chomski cree que hay algo parecido a un «órgano mental para el lenguaje». con el
que nacemos los humanos A este módulo el psicolingüista Jerry Fodor añadiría los de
psicología, física y biología, así como un módulo que nos hace percibir el mundo de
una determinada forma. Así pues, Steven Mithen sigue en su planteamiento de partida,
la mente modular, a autores prestigiosos, añadiendo de su cosecha un esquema
evolutivo.
Y aquí surgen algunos problemas que ha señalado el propio Jerry Fodor en su reseña del
libro de Steven Mithen Uno es de carácter general: no deja de ser chocante que en su
evolución la mente pase de tener una estructura más bien uniforme a una de tipo
modular (con «órganos mentales»), para luego desvanecerse parcialmente las barreras
entre los módulos y volver a ser una mente homogénea (con «fluidez cognitiva»). Otro
problema es que Mithen utiliza como modelo para su evolución filo el desarrollo
ontogenético de la mente, cuando, según Jerry Fodor, el punto de partida en los niños
pequeños es una mente modular y no una inteligencia general. Está, además, el tema del
lenguaje, de importancia capital para Steven Mithen, porque fue el lenguaje el agente
que, en un momento determinado, traspasó los muros que separaban las diferentes
inteligencias y las puso en comunicación. Sin embargo, ¿cómo podía el lenguaje
transmitir información sólo de tipo especializado (social) cuando surgió!
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al principio? Si adoptamos como definición de lenguaje, tal y como proponen William,
Noble y lain Davidson la de comunicación por medio de símbolos, no es fácil entender
que los primeros homínidos sólo usaran símbolos para sus relaciones sociales; detrás
de un símbolo hay siempre un concepto, una abstracción. y se hace difícil creer que
pudieran elaborar la idea de hermano, padre, grupo, pareja o jefe, y no la de
instrumento, fuego, bosque, presa o muerte.
Ni Steven Mithen ni lan Tattersall son, después de todo, filósofos, sino, como dije al
principio, historiadores, por lo que se les debe pedir que muestren en los registros
fósil y arqueológico las pruebas de sus teorías. Según ambos autores, no se encontrará
antes de la aparición de nuestra especie ningún indicio de conducta plenamente
consciente, tú de comportamiento simbólico, No es ese mi punto de vista, pero dejemos
que el lector saque sus propias consecuencias a partir de los datos disponibles. ¿Eran
los neandertales, por ejemplo, unos animales gobernados por el instinto, sin reflexión
ni tal vez sentimientos? ¿Somos la única especie verdaderamente inteligente, la única
especie humana en definitiva, que ha existidos
Estos son los debates que tienen lugar en la época en la que nos ha tocado vivir.
debates que van mucho más allá de la morfología de las piedras y de los huesos, y de
las circunstancias en que se descubrieron, por lo que tenemos que agradecer a estos
dos autores que se hayan animado a discutir en serio las grandes cuestiones, las que
de verdad importan. El origen de la consciencia es un tema comprometido que rara vez
se toca en los libros de evolución humana dirigidos al gran público, libros que
generalmente no pasan de ser una colección de anécdotas. con mucho de aventura y poco
de ciencia. Estoy convencido de que cualquier lector con unas mínimas inquietudes
intelectuales apreciará que los científicos lo traten con respeto. ¡Ya está bien de
que los sabios y sus amigos nos cuenten sus batallitas personales y encima le llamen a
eso divulgación científica!
Un último comentario. La traducción del libro de Tattersall no ganará, mucho me temo,
ningún premio. Valga este ejemplo; abro al azar el libro por las páginas 148 a 151 y
en un rápido vistazo encuentro las siguientes perlas: "ensamblajes fósiles", «lascas
arrancadas de pequeños adoquines», «matar un cuerpo», «cuerpo de mamífero carnoso
«gordos leopardos muertos», «la liga de los simios» y «arrojar el martillo agarrado
por una punta contra el adoquín que se quiere laminar" La literatura científica no
suele, desgraciadamente, disfrutar de buenos traductores en nuestro país. Cuando uno
ha recibido ofertas para traducir libros científicos ya sabe por qué.
(Juan Luis Arsuaga es paleontológico codirector M Proyecto Atapuerca Recientemente ha
publicado el libro El collar de Neanderthal.)
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