Enseñar para la profesión o enseñar para la ciencia: ¿una falsa disyuntiva?

Francisco Javier García Marco
jgar...@unizar.es
Grupo ThinkEPI, Universidad de Zaragoza

Un problema serio que se plantea hoy en día en la docencia universitaria es el 
debate entre enseñar para la disciplina o enseñar para la profesión, porque 
indudablemente ambas cosas son misión de la universidad y, aunque se 
retroalimentan, no se pueden reducir la una a la otra. 

Durante muchos años, y salvando algunas carreras, el énfasis del profesor -y 
por tanto, de la enseñanza, debido a su posición de liderazgo- ha estado 
claramente en la disciplina. Hoy en día entendemos con igual nitidez -y es uno 
de los puntos fundamentales del proceso de Bolonia- que el énfasis se ponga en 
la empleabilidad, esto es, en la incorporación a la profesión. La sociedad y la 
economía del conocimiento necesitan profesionales de alto nivel, de nivel 
universitario, capaces de detectar problemas y proponer soluciones; y la 
universidad debe contribuir a proporcionarlos. 

La formación para la empleabilidad y el énfasis en los aspectos técnicos es 
fundamental en Biblioteconomía y Documentación. Las actividades de información 
y documentación son en una parte muy importante de carácter técnico, y por ello 
en los recientes planes de estudio se han primado los contenidos de este tipo. 
Por otra parte, el énfasis en la enseñanza práctica como contrapunto a los 
excesos de la docencia solamente teórica, han llevado a concentrar los 
esfuerzos en el manejo de programas y la aplicación de modelos y técnicas. Se 
trata de tendencias positivas, pero que también tienen su coste. 

El problema que se plantea ahora es si --como aunque todo es deseable no todo 
es alcanzable a la vez con los recursos disponibles-- no habremos caído sin 
querer en un nuevo desequilibrio, solo que de dirección contraria. El 
aprendizaje de los aspectos más abstractos de las disciplinas científicas es el 
camino para un pensamiento creativo y crítico, absolutamente necesario para 
ejercer la actividad profesional en la sociedad del conocimiento, en la que las 
tareas repetitivas son cada vez más ejecutadas por autómatas y lo que se 
necesita son personas que dirijan esa extraordinaria fuerza de producción que 
la informática y la automática ponen a nuestro servicio.

Sobre este tema, que verdaderamente me preocupa, porque ambos lados de la 
balanza me parecen igualmente importantes para la formación de nuestros 
estudiantes, nos proporcionó Cristobal Pasadas (2011) este martes una 
referencia estupenda, sobre la que enseguida me puse a trabajar. Muchas 
gracias, Cristobal.

En resumen, en un libro que acaba de salir, Richard Arum and Josipa Roksa 
(2011) publican el resultado de un estudio realizado sobre el grado de 
aprendizaje conseguido durante los primeros dos años de carrera en competencias 
formativas básicas como el razonamiento crítico, el razonamiento complejo o la 
escritura. Para ello aplicaron a 2300 estudiantes  de veinticuatro 
instituciones estadounidenses de educación superior el test Collegiate Learning 
Assessment. El 45 por ciento no mostraron ninguna mejoría en los dos primeros 
años, y el 36 % siquiera en los cuatro años, y los que mejoraron lo hicieron 
muy poco, un magro incremento de 18 puntos porcentuales en los cuatro años.

Los investigadores culpan de la situación a la falta de rigor en la enseñanza, 
y a un estudio medio de 13 a 14 horas semanales fundamentalmente en grupos. 
Observaron que los que mejoraban más eran los que estudiaban solos más de 
cuatro horas a la semana; y los que tenían asignaturas más exigentes (más de 40 
páginas de lecturas a la semana, y 20 de escritura al semestre), generalmente 
en carreras de humanidades, en las que se les pide leer más. La participación 
en actividades extracurriculares no correlacionó con resultados mejores en los 
aspectos que medían; lo cual no quiere decir que estas no sirvan para nada 
--que ciertamente sirven y mucho--, sino que para los aspectos medidos no son 
formativas.

Hoy es frecuente, por otra parte, limitar sin querer la actividad crítica y 
creativa a una actitud o a un esfuerzo de la voluntad: soy crítico porque 
critico, y soy creativo porque quiero y hago lo que quiero. Pero lo cierto es 
que el pensamiento crítico y creativo requieren igualmente de capacidades 
superiores del pensamiento, sino sus productos resultan impertinentes, 
desajustados de la realidad o irrelevantes, al menos cuando se realizan en 
profesiones de alto nivel. Sin lógica y rigor, contrastación con la evidencia, 
experiencia en entender argumentaciones difíciles de otras personas e 
identificar puntos de discusión comunes, y un amplio bagaje de conceptos 
abstractos de alto nivel es muy difícil criticar con sentido o crear algo que 
merezca la pena.

Por lo tanto, no basta animar a ser críticos y creativos, sino que el docente 
—o  al menos algunos docentes— tienen que ayudar a los estudiantes a que 
desarrollen esas competencias, ayudándoles a leer abundante material de calidad 
superior, a comparar e integrar ese material, a aplicarlo a situaciones nuevas 
y a redactar sus ideas de forma adecuada. Y eso requiere tiempo y asignaturas 
adecuadas donde éste se reserve y dedique. Y el alumno tiene que esforzarse, 
porque, como dice el viejo adagio: "El que quiere lo bueno, quiere también lo 
malo". También conviene traer aquí a colación al viejo maestro Watzlawick 
(1986), y mirar de frente a "Lo malo de lo bueno".

La formación analítica en el uso de modelos, técnicas y normas se debe 
complementar con la formación en las habilidades propias del pensamiento 
humanístico y científico. Quizá esta podría ser precisamente una de las 
funciones de los profesores más veteranos y que hayan conseguido una amplia 
perspectiva de su campo académico. Casi deberíamos rogarles que, por favor, lo 
hagan, a pesar de que los alumnos les miren a veces mal.

Referencias

Arum, R.; J. Roksa; Cho, Esther (s. d.). Improving undergarduate learning: 
findings and policy recommendations form the SSRC-CLA longitudinal project. 
Brooklyn, NY: Social Science Research Council. 
http://highered.ssrc.org/files/SSRC_Report.pdf

Arum, R.; J. Roksa; Cho, Esther (2008). Learning to Reason and Communicate in 
College: Initial Report of Findings from the CLA Longitudinal Study. Brooklyn, 
NY: Social Science Research Council. 
http://highered.ssrc.org/wp-content/uploads/2010/10/Arum-and-Roksa-2008-Learning-in-Higher-Ed.pdf.

Arum, R.; Roksa, J. (2011). Academically adrift: limited learning on college 
campuses. Chicago, IL, The University of Chicago Press

Pasadas Ureña, Cristóbal (2011). ¿De verdad aprenden los estudiantes 
universitarios?. En: IWETEL, Tue, 18 Jan 2011 21:07:42. 
http://listserv.rediris.es/cgi-bin/wa?A2=ind1101C&L=IWETEL&F=&S=&P=39138

Watzlawick, Pual (1987). Lo malo de lo bueno, o las soluciones de Hécate. 
Barcelona: Editorial Herder.


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